Ya habíamos aludido al significado del “misterio” de la Encarnación, o sea cómo Jesús, asumiendo la naturaleza humana, la purifica y la santifica, al contacto de su divinidad, en su ser y en sus instituciones. “Junto con la asunción de la humanidad, en Cristo está también ´asumido´ todo lo que es humano, en particular, la familia, como primera dimensión de su existencia en la tierra”. “En ello está contenida una consecuencia de la unión hipostática: la humanidad asumida en la unidad de la persona divina del Verbo-Hijo, Jesucristo” (RC, n. 21).

Nos hemos también detenido sobre la importancia y el significado, sea en el plan de la creación como de la redención, del matrimonio, y en particular de lo de María y José: “El Salvador ha iniciado la obra de la salvación con esta unión virginal y santa, en la que se manifiesta su omnipotente voluntad de purificar y santificar la familia, santuario de amor y cuna de la vida´. ¡Cuántas enseñanzas se derivan de todo esto para la familia! Porque la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor´ y `la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa; es en la sagrada Familia, en esta originaria iglesia doméstica´, donde todas las familias cristianas deben mirarse. En efecto `por un misterioso designio de Dios, en ella vivió escondido largo años el Hijo de Dios: es pues el prototipo y ejemplo de todas las familias cristianas`” (RC, n.7).

“Este vínculo de caridad---así es definido el matrimonio de José y María---constituyó la vida de la sagrada Familia, primero en la pobreza de Belén, luego en el exilio a Egipto, y sucesivamente, en Nazaret. La Iglesia rodea de profunda veneración esta familia, proponiéndola como modelo para todas las familias. La familia de Nazaret, inserta directamente en el misterio de la Encarnación, constituye un misterio especial” (RC, n. 21)

“La familia de Nazaret en el orden de la salvación y de la santidad es ejemplo y modelo para las familias humanas” (n.22). Es suficiente pensar que en ella creció Jesús: “El crecimiento de Jesús `en sabiduría, edad y gracia´ (Lc 2,52) se desarrolla en el ámbito de la familia, a la vista de José” (n.16).

El 14 de junio de 1992 se ha celebrado el centenario de la Carta apostólica “Néminem fúgit” de León XIII, escrita para incrementar el culto a la Sagrada Familia. Pues bien, no es posible promover eficazmente la santidad de la familia cristiana sin un verdadero conocimiento e imitación de la santa Familia, que es por naturaleza “el prototipo y ejemplo de todas las familias cristianas” (RC, n.7).

De aquí nace la exigencia que los teólogos se apliquen a profundizar la teología de la Sagrada Familia a la luz del misterio de la Encarnación y que la pastoral, a su vez difunda la práctica de la consagración de las familias y de los individuos a la santa Familia de Nazaret. Una teología de la familia no es posible sin una teología de la Sagrada Familia: la Sagrada Familia, en efecto, no es sólo un punto de referencia o un eximio ejemplo a imitar, ¡sino un misterio salvífico!