“Cuando, según la ley de Moisés, se cumplieron los días de la purificación de ellos, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor” y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor ( Lev 2, 22-24).

Lucas se sirve de la coincidencia del rito de purificación de la puérpera para hacer resaltar la excepcional santidad de la ofrenda de Jesús. La primera intención que Lucas asigna al viaje a Jerusalén, en efecto, es de “presentar al Señor” al niño. El termino “presentar” forma parte del vocabulario litúrgico. Se trata aquí de la ofrenda del primogénito, calificativo ya anticipado por el evangelista en el momento del nacimiento de Jesús: “María dio a luz a su hijo primogénito” (2,7), otro termino técnico, que prescinde de la sucesiva presencia de otros hijos.

La ley sobre los primogénitos esta formulada en el libro del Éxodo (13, 1-15). Era muy importante, porque debía recordar la particular y absoluta dependencia de Dios, contraída por Israel en la liberación de Egipto. “En el primogénito estaba representado al pueblo de la alianza, rescatado de la esclavitud para pertenecer a Dios “ (a.C., n.13).

Los primogénitos israelitas, liberados de la muerte cuando fueron exterminados los de los egipcios, no podían ser destinados a uso profano, a menos que fueran rescatados o substituidos. A la substitución se había provisto con los levitas; por los demás era preciso el rescate: “Los harás rescatar al mes de nacidos, valorándolos en cinco siclos de plata” (NM 18, 16), suma equivalente a la ganancia de casi veinte días de trabajo.

“También en esto, Jesús, que es el verdadero “precio” del rescate (Cf. 1Co 6, 20; 7, 23; 1P 1, 19), no solo “cumple” el rito del antiguo Testamento, sino que, al mismo tiempo, lo supera, al no ser Él mismo un sujeto de rescate, sino el autor mismo del rescate” (Rc, n. 13). Este es el motivo por el cual Lucas también aquí omite toda referencia al rescate, no obstante lo que José seguramente pagó por Jesús, siendo el rescate del primogénito el segundo deber del padre, después de la circuncisión.

He aquí como un insigne teólogo, a.m. Cirio, describe el ministerio de José en aquella circunstancia: “Es lógico que, en este cumplimiento legal el papel mas importante le corresponde, como padre, a José; y por eso el mismo con sus manos, exactamente él, plenamente consciente de los misterios, no sólo en modo ceremonial, sino con toda la fuerza del ánimo, presentó al niño Jesús, verdadera víctima del holocausto, sacrificio salvífico de Judá y de Jerusalén, que debía ser consumado sobre el altar de la cruz: el sino José lo ofreció y consagró a Dios Padre sobre el altar del templo”

¡Seguramente alguien mucho mas importante que un simple cargador de unas palomitas, como a menudo los pintores insertan a san José en la escena de la presentación de Jesús en el Templo!