La mujer empezó nuevamente a practicar la brujería y visitaba también a otros brujos, hasta que en una oportunidad "me empieza a picar el cuerpo, como si me clavaran alfileres; empiezo a sentir desasosiego, a no poder dormir. Busqué a un psiquiatra para ver si estaba loca".
Además empezó a perder peso y se enteró que "me habían hecho un maleficio. No era capaz de tragar y casi ni de hablar. Escuchaba una voz que decía: 'Mátate'".
"La madre Alicia y monseñor me hacían oraciones de liberación, hasta que un sacerdote me hizo un exorcismo. Fui con mi marido y con varias personas, entre ellas una amiga mía que era más bruja que yo y que de un momento a otro levantó el comedor con una sola mano, que era pesadísimo, lo elevó y se lo lanzó al sacerdote y lo tumbó. Y de la boca de ella salía puro humo. A otra amiga se le chamuscó el pelo. En el exorcismo vuelvo a vomitar gusanos, cae tierra del techo y escupo alfileres. Sí, alfileres", describió.
"El sacerdote oraba. Yo empecé a botar esas cosas cuando escuché una voz que decía que matara al cura, que era muy alto y robusto, y no sé qué fuerza tuve y le tiré a la garganta y le clavé las uñas; él siguió orando, me puso la hostia consagrada, caigo al suelo, le pido perdón, le digo que ese ataque no había salido de mí y nos postramos ante el Santísimo. Desde ese momento quedo liberada del maligno y puedo retomar mi vida de la mano de Dios".