Falsas nociones sobre libertad, matrimonio y persona son obstáculos para santidad de homosexuales

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En la tercera parte de su columna titulada “La Bendición de una vida casta”, el Obispo de Phoenix, Mons. Thomas J. Olmsted, se refirió a los obstáculos que enfrentan las personas homosexuales para alcanzar la santidad y afirmó que las “nociones confusas sobre moral, libertad y matrimonio” y una “visión reduccionista de la persona” son los principales problemas.

El Prelado presentó como la primera dificultad para los homosexuales la “confusión intelectual sobre si la actividad sexual fuera del matrimonio es siempre mala” y explicó que “durante los últimos años, un sector de la cultura popular ha montado un esfuerzo concertado en persuadir la opinión pública de que las relaciones entre las personas del mismo sexo –y efectivamente, toda clase de relaciones sexuales fuera del matrimonio– son normales y moralmente neutrales (¡o incluso moralmente beneficiosas!)”.

“Cualquier persona que pone en duda estas aserciones tiene el gran riesgo de ser clasificada como homofóbica u otro calificación derogatoria”, afirmó el Obispo y agregó que “según el punto de vista moderno, una moralidad basada en la verdad y en las normas objetivas, debe ser reemplazada por una “moralidad” basada en los deseos. Los sentimientos, y no la verdad, vienen a ser el criterio para juzgar si algo está bien ó está mal”.

“Sin embargo –aclaró–, una moralidad que no está basada en las normas objetivas nunca tolerará el paso del tiempo y no sirve bien a los hombres y mujeres de nuestra época.. La verdad no cambia para satisfacer nuestro gusto”.

“No es la homofobia que causa que los seguidores de Cristo consideren como malos los actos homosexuales, es la Palabra de Dios que se encuentra en el Antiguo y Nuevo Testamentos y en los 2000 años de la enseñanza moral consistente de la Iglesia”, añadió el Prelado y recordó que el Catecismo de la Iglesia Católica “es sucinto en su resumen de nuestra tradición cristiana: ‘Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso’”.

Asimismo, el Obispo denunció que las “ideas confusas de lo que constituye un matrimonio también hacen difícil que las personas homosexuales y otros hagan decisiones buenas sobre el amor y la responsabilidad”.

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“El matrimonio sólo puede existir entre un hombre y una mujer, porque solo la unión de un hombre y una mujer es capaz de expresar la complementariedad sexual creada y ordenada por Dios para el matrimonio”, agregó Mons. Olmsted.

“Por esta razón –continuó–, no es injusto negar el estado legal a las ‘uniones del mismo sexo’ debido a que dichas uniones difieren fundamentalmente de lo que es el matrimonio”.

Por otro lado, el Prelado mencionó que las “ideas reductoras acerca de la persona de aquellos que tienen la inclinación homosexual presentan obstáculos serios para los que se encuentran en el camino hacia la santidad” pues “enfatizan desproporcionadamente y de manera exagerada un solo aspecto de la identidad de la persona mientras socava u ofusca otras dimensiones más importantes”.

Finalmente, el Obispo advirtió que las “ideas falsas acerca de la libertad humana mantienen que los actos homosexuales no son pecaminosos debido a su orientación sexual”; y explicó que “tales argumentos reflejan un entendimiento falso de la naturaleza humana y la manera en que ésta ha sido herida por el pecado original”.

“Sí, la entera raza humana necesita un Redentor. Todos tenemos tentaciones e inclinaciones al pecado contra las cuales debemos luchar. Todos necesitamos ser fortalecidos por la gracia para poder evitar la maldad y para conocer la bendición de una vida casta”, afirmó el Prelado.

“Excusarse uno mismo de esta libertad y responsabilidad es tomar el camino que lleva a un dolor y una confusión sin fin. Es un camino que nadie necesita tomar. En cambio, Dios nos llama al camino opuesto, el camino estrecho, el camino de santidad, la vía de la Cruz, la vía que nos guía a la plenitud de madurez en Cristo”, concluyó el Obispo.

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