"No obstante, aun cuando algunas formas de violencia parecen disminuir, especialmente el número de conflictos militares, hay otras que se incrementan, como la violencia criminal, responsable cada año de la mayor parte de las víctimas por muerte violenta en el mundo. Este fenómeno es hoy tan peligroso que constituye un grave factor desestabilizador y, a veces, somete a una dura prueba la misma supremacía del Estado".
Ante esta realidad, continuó el Pontífice, "la Iglesia y la Santa Sede animan a cuantos trabajan por combatir la plaga de la violencia y la delincuencia, en esta realidad nuestra que se parece cada vez más a una ‘aldea global’. Las formas más graves de las actividades criminales pueden ser identificadas en el terrorismo y en la delincuencia organizada. El terrorismo es una de las formas más brutales de violencia, pues siembra odio, muerte y deseos de venganza".
"Este fenómeno, de estrategia subversiva, típica sólo de algunas organizaciones extremistas, dirigida a la destrucción de las cosas y al asesinato de las personas, se ha transformado en una red oscura de complicidades políticas, que utilizando también sofisticados medios técnicos, se vale de ingentes cantidades de recursos financieros y elabora estrategias a gran escala".
Por su parte, continuó, "la delincuencia organizada prolifera en los lugares de la vida cotidiana y, a menudo, actúa y golpea a ciegas, fuera de toda regla; realiza sus asuntos por medio de numerosas actividades ilícitas e inmorales como la trata de personas –una forma moderna de esclavitud–, el tráfico de bienes o de sustancias, como la droga, las armas, la mercancía falsificada, llegando incluso al tráfico de fármacos que matan en vez de curar, utilizados en gran parte por los pobres".