Evelia Silva es una mexicana que nació con un serio problema cardiaco por el que los médicos no le dieron más de tres meses de vida, pero que a sus 42 años, casada y con una hija, es un claro testimonio de que, como ella afirma, “la mano de Dios y su infinito amor han estado siempre conmigo”.

La periodista Mayé Agama, en un reportaje para la revista El Pueblo Católico, publicada por la Arquidiócesis de Denver (Estados Unidos), reveló el caso de Evelia, a quien su enfermedad la llevó a estar postrada en cama durante muchos años de su vida.

Evelia asegura que ella sigue viva porque “Él me ama y me quiere aquí”.
“Cuando niña, no podía jugar, correr, brincar y estaba pegada a mi mamá; ella me cuidaba mucho”, señala Evelia, recordando la difícil infancia que pasó debido a su enfermedad cardiaca, sin embargo asegura que “desde chiquita yo era católica y tenía mucha inquietud”.

“Mi abuelito me regaló una Biblia, y si bien yo leía poquito, me gustaba leerla. En ella encontré la razón de por qué había nacido así”, asegura.
Evelia recuerda que así comenzó “a aceptar la voluntad de Dios y me puse en sus manos. Un día le dije: Señor yo me pongo en tus manos, haz Señor en mí tu voluntad”.

Los padres de Evelia, que vivían en un humilde pueblo de Guanajuato (México), no podían costear su enfermedad, que requería un trasplante de pulmón y de corazón, por lo que probaron suerte a través de un programa televisivo estadounidense, el cual le ofreció tratamiento gratis en ese país.

Lamentablemente el tratamiento fracasó, y Evelia regresó sin esperanzas a su país, donde le dijeron que pasaría sus últimos días.

En efecto, Evelia pasó los siguientes seis años postrada en cama, pero ni ella ni su familia perdieron la esperanza.

En ese tiempo, un grupo de seminaristas que iban a los ranchos de la zona a impartir catequesis la comenzó a visitar.

“Este grupo de muchachos –Alfredo, Baltazar, Toño y Miguel Ángel- iba a visitarme con guitarras y cantos. Eran personas muy dulces y amables”, recuerda Evelia.

Uno de los catequistas le regaló un Rosario y le enseñó a rezarlo. En esos seis años, recuerda Evelia “recé el rosario, postrada en mi cama, y estoy segura de que la Santísima Virgen intercedió por mí e intercede por mí y por mi familia, todos los días”.

Ya para entonces, Evelia tenía 21 años y recibía la Eucaristía diariamente y se confesaba cada ocho días.

“Cuando leí los pasajes de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo comencé a ver que Él había sufrido por mí, por mis pecados, por los pecados de todos, y que Él no tenía la culpa de lo que sufría, todo lo contrario. Él se ofreció por amor para pagar nuestra deuda”, asegura Evelia, y “al ver el sacrificio de nuestro Señor, comprendí que si permitía el sufrimiento en mi vida, era para que lo acompañe en el dolor; el Él transforma mi dolor en alegría y la pena en paz”.

“Mi vida es tan valiosa, es lo mejor que Dios me ha dado porque la ha cubierto de bendiciones”, asegura.

Evelia está muy agradecida con Dios, pues “he recibido un esposo muy bueno y paciente, he recibido una hija contra todo pronóstico, y largos años de vida. Y lo más valioso que tengo es mi fe en Jesucristo y mi confianza absoluta en Él”.

“Él es mi mayor tesoro. Él dio su vida por mí y yo quiero dar mi vida por Él”, dijo.

Efectivamente, Evelia está casada con Juan Antonio Silva y tienen una hija de 12 años.

Sobre su esposo, Evelia relató que “fue mi amigo por 9 años, antes de casarnos. Él me visitaba cuando estaba en cama, casi todos los días, y estuvo conmigo en los peores momentos de mi vida”.

Cuando su esposo le propuso matrimonio, ella reaccionó pensando “que estaba borracho, porque yo estaba en cama por siete años y desahuciada y él me propone casarme! ¡Bien generoso mi esposo! Quiso regalarme su vida y cargar mi cruz”.

Al quedar embarazada, los médicos le indicaron a Evelia que tenía que abortar, pues su corazón no podría soportarlo, sin embargo “dije que no iba a abortar, porque no iba a tentar contra a Dios y prefería morirme que cometer un pecado así”.

“Yo no soy la dueña de la vida y no tengo por qué quitar la vida de nadie, y menos contra mi propia sangre”, afirmó.

Su embarazo fue bastante complicado, debido a su complicada salud, “pero mi esposo llegaba a las 4 de la mañana y me despertaba y rezábamos el rosario todos los días”, recuerda.

La hija de Evelia nació prematura, y la llamaron Milagro de Dios, “porque su nacimiento fue un milagro”.

“Fue la prueba de que Dios todo lo puede; a pesar de todo, y de haber nacido con un problema en el corazón, hoy mi hija tiene 12 años y está muy bien”, señaló.

Para Evelia, la muerte no le causa miedo, porque “sé que Dios está conmigo y me ama. Y Él nos prometió de la vida eterna”.

“Él no miente. El mundo entero puede mentir, pero Él cumple sus promesas”, aseguró.