El Papa Benedicto XVI expresó su recuerdo y oración por los Obispos y Cardenales fallecidos en 2012, pidiendo a Dios “misericordioso y justo, que les conceda el premio eterno prometido a los fieles servidores del Evangelio”.

En la tradicional Santa Misa en sufragio por los Cardenales y Obispos fallecidos a lo largo del año, que presidió en el Altar de la Cátedra de San Pedro, el Santo Padre recordó de forma especial a los Cardenales John Patrick Foley, Anthony Bevilacqua, José Sánchez, Ignace Moussa Daoud, Luis Aponte Martínez, Rodolfo Quezada Toru?o, Eugênio de Araújo Sales, Paul Shan Kuo-hsi, Carlo Maria Martini y Fortunato Baldelli.

El Papa señaló que los Cardenales y los Obispos fallecidos fueron “amigos del Señor que, confiando en su promesa, aún en las dificultades y persecuciones, mantuvieron la alegría de la fe, y ahora moran para siempre en la casa del Padre y disfrutan de la recompensa celestial, llenos de felicidad y de gracia”.

“Los Pastores que recordamos hoy, en efecto, sirvieron a la Iglesia con fidelidad y amor, afrontando pruebas a veces duras, con el fin de asegurar atención y cuidado al rebaño a ellos confiado”.

Benedicto XVI dijo que los Pastores fallecidos “en la variedad de sus dones y competencias, dieron ejemplo de cuidadosa vigilancia y de sabia y celosa dedicación al Reino de Dios, brindando una valiosa contribución a la época post-conciliar, tiempo de renovación de toda la Iglesia”.

El Papa subrayó que “las tumbas nos hablan de la vida de los fallecidos”, y añadió que “es como si cruzáramos un umbral inmaterial y entráramos en comunicación con los que allí custodian su pasado, alegrías y dolores, derrotas y esperanzas”.

El Santo Padre también remarcó que “el ser humano de toda época busca un rayo de luz que alimente la esperanza, que hable de vida”.

“Respondemos con la fe en Dios, con una mirada de esperanza sólida que se funda en la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Entonces, la muerte abre a la vida, a la vida eterna, que no es una duplicación infinita del tiempo presente, sino algo completamente nuevo”.

El Papa indicó que “la fe nos dice que la verdadera inmortalidad a la que aspiramos no es una idea, un concepto, sino una relación de comunión plena con el Dios vivo: es estar en sus manos, en su amor, y llegar a ser uno en Él con todos los hermanos y hermanas que Él ha creado y redimido, con toda la creación”.

“Nuestra esperanza descansa entonces en el amor de Dios que brilla en la Cruz de Cristo, y que hace resonar en el corazón las palabras de Jesús al buen ladrón: ‘Hoy estarás conmigo en el paraíso’”.

“Ésta es la vida en su plenitud: la vida en Dios, una vida que ahora sólo podemos vislumbrar, como se puede ver el cielo azul a través de la niebla”.

El Papa señaló que “nuestros hermanos cardenales y obispos, que estamos conmemorando, han sido amados con predilección por la Virgen María y han correspondido a su amor con devoción filial”.

“A su intercesión maternal, queremos hoy encomendar sus almas, para que Ella los introduzca en el Reino eterno del Padre, rodeados de sus numerosos sus fieles, por quienes gastaron sus vidas”.

Benedicto XVI pidió que “con su mirada amorosa, María vele sobre ellos, que ahora duermen el sueño de la paz esperando la bienaventurada resurrección. Elevemos a Dios nuestra oración por ellos, sostenidos por la esperanza de volver a encontramos todos algún día, unidos para siempre en el Cielo”.