El catedrático católico de derecho en la Universidad de Princeton, Robert P. George, solicitó a 5 de las principales cadenas de hoteles la eliminación de la pornografía que ofrecen.

George escribió una carta junto al intelectual musulmán Shaykh Hamza, a los gerentes generales de las cadenas de hoteles para eliminar la "pornografía que es parte de un fenómeno más grande que tiene sus raíces en la mala comprensión de la sexualidad", dijo a ACI Prensa.

El experto explicó que la pornografía "daña a cualquiera involucrado", incluyendo a quienes la producen, quienes la ven, así como a los matrimonios y familias en los que ingresa.

El catedrático indicó además que su carta no es una amenaza o una advertencia de boycott, sino que simplemente presenta un llamado moral a las consciencias de los hombres de negocios, solicitándoles respetuosamente que vean en las mujeres de la pornografía a sus hijas o esposas.

El texto recuerda que hay algunas cosas, como la pornografía, "que son degradantes y deshumanizantes y equivocadas incluso si son legales o para el provecho económico".

Como un precedente, George recordó el caso de los Hoteles Omni que en 1998, y luego de la decisión de su gerente general que la consideró nociva, retiró la pornografía.

A los jóvenes, denunció el especialista, se les enseña falsamente que la sexualidad es "mera recreación" en vez de algo profundo que está "fundado en la unidad reproductiva del hombre y la mujer".

"Desapegar la sexualidad de su dimensión procreativa es también desapegarla de su significado marital", lo que hace que sean "ininteligibles las normas básicas de la fidelidad, la exclusividad sexual y la permanencia" que caracterizan al matrimonio.

De esta forma, advirtió, la pornografía tiene la misma causa fundamental del divorcio, la promiscuidad, la anticoncepción y el apoyo al mal llamado "matrimonio" gay. Todos estos problemas, dijo, tienen su raíz en no entender bien "el significado marital, conyugal de nuestra sexualidad".

En la pornografía, alertó, se cosifica a las personas y se pierde "el sentido de la verdadera humanidad". Con este mal, añadió, "minamos nuestra propia dignidad como personas cuando nos permitimos se esclavos de nuestras propias pasiones".