Al presidir la Misa por la Solemnidad de Pentecostés, en la Basílica de San Pedro, el Papa Benedicto XVI afirmó que "el Espíritu Santo nos guía hacia las alturas de Dios, para que podamos vivir ya en esta tierra el germen de la vida divina que está en nosotros".

Durante su homilía, el Santo Padre señaló que ante la división entre los impulsos que provienen de la carne y aquellos que provienen del Espíritu, no podemos seguirlos a todos, sino que debemos elegir cuál seguir "y lo podemos hacer en modo auténtico solamente con la ayuda del Espíritu de Cristo".

"No podemos, en efecto, ser contemporáneamente egoístas y generosos, seguir la tendencia de dominar sobre los demás y sentir la alegría del servicio desinteresado", precisó.

Benedicto XVI recordó que San Pablo se refiere a las obras de la carne en referencia a los pecados de egoísmo y de violencia "como enemistad, discordia, rivalidad, desacuerdos. Son pensamientos y acciones que no nos hacen vivir en modo verdaderamente humano y cristiano, en el amor. Es una dirección que conduce a perder la propia vida".

El Papa criticó que con el progreso científico "orar a Dios parece algo superado, inútil, porque nosotros mismos podemos construir y realizar todo aquello que queremos".

"Pero no nos percatamos de que estamos reviviendo la misma experiencia de Babel. Es verdad, hemos multiplicado las posibilidades de comunicar, de obtener informaciones, de transmitir noticias, pero ¿podemos decir que haya crecido la capacidad de comprendernos, o tal vez, paradójicamente, nos comprendemos menos?", cuestionó.

Ante esto, el Santo Padre remarcó que "el Espíritu Santo, Espíritu de unidad y de verdad, puede continuar resonando en los corazones y en las mentes de los hombres e impulsándolos a encontrarse y acogerse recíprocamente".

"El Espíritu, justamente por el hecho de que actúa así, nos introduce en toda la verdad, que es Jesús, nos guía en el profundizarla, en comprenderla. Nosotros no crecemos en el conocimiento cerrándonos en nuestro yo, sino solamente siendo capaces de escuchar y de compartir, solamente en el 'nosotros' de la Iglesia, con una actitud de profunda humildad interior".

Benedicto XVI señaló que, de esta manera, "se hace cada vez más claro por qué Babel es Babel y Pentecostés es Pentecostés. Donde los hombres quieren hacerse Dios, pueden sólo ponerse el uno contra el otro. Donde en cambio se colocan en la verdad del Señor, se abren a la acción de su Espíritu que los sostiene y une".