Ninguna aflicción puede borrar la dignidad del hombre, dice el Papa en el Instituto San José

En su discurso esta tarde en la Fundación "Instituto San José" de la Orden de San Juan de Dios en Madrid, en donde se atiende personas con discapacidad física e intelectual, el Papa Benedicto XVI señaló que "ninguna aflicción es capaz de borrar" la dignidad inherente de toda persona humana.

El Santo Padre fue recibido por el Superior P. Rafael M. Martínez, y por los directivos del Instituto. El encuentro se desarrolló en el campo deportivo en donde estaban presentes unos 200 niños con discapacidad, provenientes de diversos centros asistenciales españoles, acompañados de sus familiares.

También estuvo presente un grupo de jóvenes con discapacidad participantes de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Madrid 2011.

Tras recibir el saludo del Cardenal Rouco Varela y el de un joven, el Santo Padre se preguntó sobre cómo debe vivir el dolor una persona joven y explicó que la respuesta es la esperanza, testimoniada por María y los Santos, que enseñan "a vivir el drama del sufrimiento para nuestro bien y la salvación del mundo".

"Estos testigos nos hablan, ante todo, de la dignidad de cada vida humana, creada a imagen de Dios. Ninguna aflicción es capaz de borrar esta impronta divina grabada en lo más profundo del hombre. Y no solo: desde que el Hijo de Dios quiso abrazar libremente el dolor y la muerte, la imagen de Dios se nos ofrece también en el rostro de quien padece".

Esta especial predilección del Señor, continuó el Papa, "por el que sufre nos lleva a mirar al otro con ojos limpios, para darle, además de las cosas externas que precisa, la mirada de amor que necesita. Pero esto únicamente es posible realizarlo como fruto de un encuentro personal con Cristo".

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"De ello sois muy conscientes vosotros, religiosos, familiares, profesionales de la salud y voluntarios que vivís y trabajáis cotidianamente con estos jóvenes. Vuestra vida y dedicación proclaman la grandeza a la que está llamado el hombre: compadecerse y acompañar por amor a quien sufre, como ha hecho Dios mismo. Y en vuestra hermosa labor resuenan también las palabras evangélicas: ‘Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis’".

El Papa resaltó también la importancia del testimonio de las personas que sufren, ya que "de manera misteriosa pero muy real, su presencia suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura que nos abre a la salvación. Ciertamente, la vida de estos jóvenes cambia el corazón de los hombres y, por ello, estamos agradecidos al Señor por haberlos conocido".

En una sociedad que pone en duda la dignidad inestimable de la vida, dijo luego, aquella "os necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún, sois protagonistas de esta civilización".

"Con afecto entrañable, y por intercesión de San José, de San Juan de Dios y de San Benito Menni –concluyó– os encomiendo de todo corazón a Dios nuestro Señor: que Él sea vuestra fuerza y vuestro premio. De su amor sea signo la Bendición Apostólica que os imparto a vosotros y a todos vuestros familiares y amigos".

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