En este contexto señaló que es necesaria "una cultura de la persona", usando una expresión de Juan Pablo II. Por otro lado, "el éxito del matrimonio depende de todos nosotros y de la actitud personal de cada ciudadano. En este sentido, la Iglesia no puede aprobar las iniciativas legislativas que implican una re-evaluación de modelos alternativos de la vida conyugal y familiar. Contribuyen al debilitamiento de los principios del derecho natural y por tanto, a la relativización de toda la legislación y también a la confusión sobre los valores en la sociedad".
Refiriéndose posteriormente a las nuevas posibilidades de la biotecnología y la medicina, el Santo Padre hizo hincapié en el "deber de estudiar diligentemente en qué medida estos métodos pueden servir de ayuda a los seres humanos y cuando se trata, por el contrario, de manipulación humana, de violación de su integridad y dignidad. No podemos rechazar esta evolución, pero debemos estar muy atentos. Cuando una vez se comienza a distinguir –y con frecuencia esto sucede ya en el vientre materno– entre vida digna e indigna de vivir, no se salvará tampoco ninguna otra etapa de la vida, y mucho menos la enfermedad y la vejez".
El Santo Padre concluyó poniendo de relieve que "la construcción de una sociedad humana requiere fidelidad a la verdad" y señaló que "al existir una competencia cada vez mayor, los medios de comunicación piensan que están obligados a suscitar la máxima atención posible. Por otra parte, el contraste es noticia en general, aunque vaya en detrimento de la verdad del hecho. Esto es especialmente problemático cuando las autoridades adoptan públicamente una posición, sin ser capaces de verificar todos los aspectos de forma adecuada. Me alegro de la intención del Gobierno Federal de comprometerse en estos casos".