Un informe presentado el fin de semana por un grupo de 10 sacerdotes que trabajan en las zonas más pobres y conflictivas de la Arquidiócesis de Buenos Aires explica el drama de la drogadicción juvenil, y propone tanto líneas pastorales como de acción social para acabar con el flagelo que se ha instalado en las llamadas "Villas" porteñas.
Según el informe, las villas de Buenos Aires demuestra la pujanza del trabajo honesto y la práctica de la fe católica; pero "el lado oscuro de nuestros barrios, es la droga instalada desde hace años, quizás con más fuerza desde el 2001. Entre nosotros la droga está despenalizada de hecho. Se la puede tener, llevar, consumir sin ser prácticamente molestado. Habitualmente ni la fuerza pública, ni ningún organismo que represente al Estado se mete en la vida de estos chicos que tienen veneno en sus manos".
Los sacerdotes señalan que ante la confusión que se genera en la opinión pública con la prensa amarilla que responsabiliza a la Villa del problema de la droga y la delincuencia, "decimos claramente: el problema no es la Villa sino el narcotráfico". "La vida para los jóvenes de nuestros barrios se fue tornando cada vez más difícil hasta convertirse en las primeras víctimas de esta despenalización de hecho. Miles arruinados en su mente y en su espíritu se convencieron que no hay posibilidades para ellos en la sociedad", agregan.