Ni estado ni individuos pueden arrogarse derecho a decidir quién es digno, dice experto del Vaticano

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José Miguel Serrano Ruiz-Calderón, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Pontificia Academia para la Vida de la Santa Sede, señaló durante una mesa redonda en el curso de verano "Conflictos en Bioética" organizado por la Universidad CEU Cardenal Herrera, que la dignidad de una persona no puede ser decidida por el estado ni por un individuo.

El profesor Serrano, durante su exposición, advirtió que existe "un ataque al concepto de dignidad, entendida como principio jurídico referente fundamental para mantener la protección del ser humano y del sistema democrático". "La dignidad es la contraposición al totalitarismo como concepto que defiende a la persona. No se le puede dar otro sentido a la dignidad", agregó.

El también Profesor de la Complutense recordó que, en casos como la eutanasia –ásperamente debatida en España– "no se puede dejar al Estado y mucho menos a un individuo particular, la potestad de decidir quién es digno y quién no".

Por su parte, la profesora Ángela Aparisi Miralles, directora del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Navarra y observadora del Comité de Bioética de la UNESCO, explicó que todos los países del mundo se muestran partidarios de defender la dignidad humana, pero no hay una postura común a causa de la 'ideologización' del propio concepto que hace que, al final, "acaba eliminado el sentido de la dignidad". La profesora ha recordado que "el ser humano es insustituible, los hombres no son fines subjetivos sino objetivos, ya que nuestro valor no se mide sino que valemos por el mero hecho de ser miembros de la raza humana".

La Profesora destacó además que "el desarrollo actual de la bioética niega la universalidad, un aspecto básico de los derechos humanos". En la actualidad, advirtió la experta, "no se considera con los mismos derechos al ser humano en sus etapas débiles".La eutanasia y el aborto "se presentan como medidas progresistas pero en realidad son todo lo contrario, ya que restringen derechos a los más desprotegidos: embriones, minusválidos, ancianos o niños con malformaciones".

Aparisi señaló finalmente que "ésta es una visión utilitarista de la persona, que exalta la cultura de los derechos humanos pero niega la universalidad de los mismos, por discriminar a los más débiles".

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