La imagen de Jesús Misericordioso

A las imágenes del Cristo, de la Virgen y los demás santos se debe prestar el debido honor y veneración, no porque contengan en si mismas algo divino que exija ese culto, sino porque el honor que se les tributa se refiere a las personas que representan.

El culto no es supersticioso, sino licito y útil para la vida religiosa de los fieles. El hombre tiene necesidad de las cosas sensibles y visibles para elevarse al conocimiento y al amor de las cosas espirituales e invisibles. La vista de una imagen suscita sentimiento de respeto, veneración, culto, amor y confianza hacia la persona santa que representa y con la que nos pone en contacto espiritual y en intimidad.

Por medio del culto de las imágenes el alma es mas fácilmente atraída a la imitación de los prototipos representados y de este modo progresa mas rápidamente en la vida interior. Especialmente las imágenes sabradas y milagrosas de los santuarios ejercen un particular influjo en la vida espiritual de los hombres, dando un gran fruto espiritual para las almas que alimentan su esperanza y alcanzan de Dios muchas gracias.

El que venera una imagen venera en ella la persona que en ella está representada (Cc. Vaticano II:SC 126:).

El culto de la religión no se dirige a las imágenes en si mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a las imágenes en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es Imagen (S. Tomas de Aquino, s. th 2-2).

Queridos devotos de Jesús Misericordioso: Veneremos con respeto al icono de la Misericordia, sabiendo que no nos dirigimos al cuadro sino a nuestro Salvador, Cristo Jesús.

El origen de la imagen se vincula con la visión que Sor Faustina tuvo en Plock, el 22 de febrero de 1931 y durante la cual Cristo le expresó su voluntad de que pintara tal imagen y pusiera abajo la siguiente inscripción: Jesús, en vos confío.

La imagen presenta a Cristo resucitado con las señales de la crucifixión en las manos y en los pies. Del Corazón traspasado (invisible en la imagen) salen dos rayos: rojo y pálido. Jesús preguntado por lo que significaban, explicó: El rayo pálido simboliza el agua que justifica a las almas, el rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas. Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia cuando mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por una lanza (299). Estos rayos representan, pues, los sacramentos y todos los dones del Espíritu Santo cuyo símbolo bíblico es el agua. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios (299). La imagen presenta, pues, la inmensa misericordia de Dios que fue revelada plenamente en el misterio Pascual de Cristo y que se realiza en la Iglesia con mayor plenitud a través de los sacramentos. La imagen ha de desempeñar el papel de un recipiente para recoger gracias y de una señal que ha de recordar a los fieles la necesidad de confiar en Dios y de ejercer misericordia hacia el prójimo. De la actitud de confianza hablan las palabras puestas en la parte de abajo de la imagen: Jesús, en vos confío. Esta imagen ha de recordar las exigencias de mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea es inútil (742).

Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de venir a la fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la inscripción: Jesús, en vos confío (327). Por medio de esta imagen colmaré de gracias a las almas, por eso que todas las almas tengan acceso a ella (570).

Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, en la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como mi gloria (48).

Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres, Oh, qué dolor me dan cuando no quieren aceptarlas (...) Dile a la humanidad doliente que se abrace a mi Corazón misericordioso y yo la llenaré de paz (1074). La humanidad no encontrará la paz hasta que no se dirija con confianza a mi misericordia (300).

Habla al mundo de mi misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia mía. Es la señal de los últimos tiempos. Después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la fuente de mi misericordia, que se beneficien de la sangre y del agua que brotó para ellos (848). Antes de venir como el Juez justo, abro de par en par las puertas de mi misericordia. Quien no quiere pasar por la puerta de mi misericordia, deberá pasar por la puerta de mi justicia (1146).

Fuente: 
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