La vocación de los primeros Apóstoles (Evangelio de San Juan, 1, 35-47)

 

Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: ´He aquí el Cordero de Dios'. Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: ´¿Qué buscáis?'. Ellos le dijeron: ´Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?'. Les respondió: ´Venid y veréis'. Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel día con él. Era alrededor de la hora décima.

Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y siguieron a Jesús. Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: ´Hemos encontrado al Mesías (que significa el Cristo)'. Y lo llevó a Jesús. Mirándolo Jesús le dijo: ´Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Piedra)'.

Al día siguiente determinó encaminarse hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Jesús: ´Síguemeª. Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Encontró Felipe a Natanael y le dijo: ´Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José'. Entonces le dijo Natanael: ´¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?'. Le respondió Felipe: ´Ven y verás'.

La conversión de Zaqueo (Lucas 19, 1-10)

Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: ´Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede en tu casaª. Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: ´Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador'. Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ´Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo'. Jesús le dijo: ´Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdidoª.

La fe de Bartimeo (Marcos 10, 46-52)

Y al salir Él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, ciego, estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ´Jesús, Hijo de David, ten compasión de míª. Y muchos le reprendían para que se callase. Pero él gritaba mucho más: ´Hijo de David, ten compasión de mí'. Se detuvo Jesús y dijo: ´Llamadle'. Llaman al ciego diciéndole: ´¡Ánimo!, levántate, te llamaª. Él, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús preguntándole, dijo ´¿Qué quieres que te haga?ª. El ciego le respondió: ´Rabboni, que veaª. Entonces Jesús le dijo: ´Anda, tu fe te ha salvadoª. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.

Curación de una mujer (Mateo, 20-22)

En esto, una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, acercándose por detrás, le tocó el borde de su manto. Pues decía en su interior: ´Con solo que toque su manto quedaré sana'. Jesús se volvió y mirándola, le dijo: ´Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado'. Y quedó sana la mujer desde aquella hora.

Una mujer adúltera (Juan 8, 1-11)

Jesús se fue al monte de los Olivos. De mañana volvió de nuevo al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio y poniéndola en medio le dijeron: ´Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?'. Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: ´Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra'. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: ´Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?'. Ella respondió: ´Ninguno, Señor'. Jesús le dijo: ´Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más'.

Un joven rico que no se convierte (Marcos 10, 17-22)

Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y, arrodillado ante él, le preguntó: ´Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna?'. Jesús le dijo: ´¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. Ya conoces los mandamientos: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". Él le dijo: ´Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia'. Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: ´Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme'. Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, porque tenía muchos bienes.

Jesús y la samaritana (Juan 4, 1-42)

Jesús abandonó Judea y se marchó de nuevo a Galilea. Tenía que pasar por Samaría. Llegó, pues, a una ciudad de Samaría, llamada Sicar junto al campo que dio Jacob a su hijo José. Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.

Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo: ´Dame de beber'. Sus discípulos se habían marchado a la ciudad a comprar alimentos. Entonces le dijo la mujer samaritana: ´¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?'. Pues no se tratan los judíos con los samaritanos. Jesús le respondió: ´Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, tú le habrías pedido y él te habría dado agua viva'. La mujer le dijo: ´Señor, no tienes ni con qué sacar agua y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas, pues, el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus ganados?'.

Respondió Jesús: ´Todo el que bebe de esta agua tendré sed de nuevo, pero el que beba de agua que yo le daré, no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna'. La mujer le dijo: ´Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni tenga que venir hasta aquí para sacarla'. Le contestó: ´Anda, llama a tu marido y vuelve aquí'. Le respondió la mujer: ´No tengo marido'. Le contestó Jesús: ´Bien has dicho no tengo marido, pues cinco has tenido y el que tienes ahora no es tu marido; en esto has dicho la verdad'.

Le dijo la mujer: ´Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén'. Le respondió Jesús: ´Créeme mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad'. La mujer le dijo: ´sé que el Mesías, el llamado Cristo va a venir. Cuando él venga nos anunciará todas las cosas'. Le respondió Jesús: ´Yo soy, el que habla contigo'.

A continuación llegaron sus discípulos, y se admiraron de que hablara con una mujer. Pero ninguno le preguntó: ´¿Qué buscas?ª, o ´¿Qué hablas con ella?ª. La mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a la gente: ´Venid, ved a un hombre que me ha dicho cuanto hice. ¿No será éste el Cristo?ª. Salieron de la ciudad y venían a él.

Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer que atestiguaba: ´Me ha dicho todo lo que hiceª. Así que, cuando vinieron a él los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Entonces creyeron muchos más por su predicación. Y decían a la mujer: ´Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundoª.

Bautismo de un etíope (Hechos de los Apóstoles 8, 26-39)

Un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: ´Levántate y marcha hacia el Sur, a la ruta que baja de Jerusalén a Gaza y que está desiertaª. Se levantó y se puso en camino. Sucedió que un hombre de Etiopía, eunuco, dignatario de Candace, reina de los etíopes, y superintendente de su tesoro, había venido a Jerusalén para adorar a Dios. Volvía sentado en su carro e iba leyendo al profeta Isaías. Dijo entonces el Espíritu a Felipe: ´Acércate y ponte al lado de ese carruajeª. Apresurándose Felipe, oyó que leía al profeta Isaías y le dijo: ´¿Entiendes acaso lo que lees?ª. Él respondió: ´¿Cómo podré entenderlo si no me lo explica alguien?ª. Rogó entonces a Felipe que subiera y se sentase junto a él. El pasaje de la Escritura que iba leyendo era el siguiente: Como oveja fue llevado al matadero, y como mudo cordero ante el esquilador, así no abrió su boca. En su humillación se le negó la justicia. ¿Quién hablará de su posteridad?, ya que su vida es arrebatada de la tierra.

El eunuco dijo a Felipe: ´Te ruego me digas de quién dice esto el profeta: ¿de sí mismo o de algún otro?ª. Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. Mientras iban por el camino llegaron a un lugar donde había agua, y le dijo el eunuco: ´Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?ª. Mandó parar el carruaje y bajaron ambos, Felipe y el eunuco, hasta el agua, y le bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y no le vio más el eunuco, que siguió su camino con alegría.

Conversión de San Pablo (Hechos 9, 1-22)

Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó ante el Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de llevar detenidos a Jerusalén a quienes encontrara, hombres y mujeres, seguidores del Camino. Pero mientras iba de camino le sucedió, al acercarse a Damasco, que de repente le envolvió de resplandor una luz del cielo. Y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: ´Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?ª. Respondió: ´¿Quién eres tú, Señor?ª. Y él: ´Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacerª.

Los hombres que le acompañaban se detuvieron estupefactos, pues oían la voz, pero no veían a nadie. Se levantó Saulo del suelo y, aunque tenía abiertos los ojos, no veía nada. Entonces, llevándolo de la mano, lo condujeron a Damasco, y permaneció tres días sin vista y sin comer ni beber.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor habló en una visión: ´¡Ananías!ª. Él respondió: ´Aquí estoy, Señorª. El Señor le dijo: ´Levántate y ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a uno de Tarso llamado Saulo, que está orandoª -y vio Saulo en una visión que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos, para que recobrase la vista-. Ananías respondió: ´Señor, he oído a muchos cuánto mal ha causado este hombre a tus santos en Jerusalén, y que tiene aquí poderes de los Sumo Sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombreª. El Señor le dijo: ´Ve, porque éste es mi instrumento elegido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que habrá de sufrir a causa de mi nombreª.

Marchó Ananías, entró en la casa e imponiéndole las manos dijo: ´Saulo, hermano, me ha enviado el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santoª. Al instante cayeron de sus ojos una especia de escamas y recobró la vista; se levantó y fue bautizado, y tomando algo de comer recuperó sus fuerzas.

Estuvo algunos días con los discípulos que había en Damasco, y enseguida empezó a predicar a Jesús en las sinagogas diciendo: ´Este es el Hijo de Diosª. Todos los que le oían se asombraban y decían: ´¿No es éste el que atacaba en Jerusalén a los que invocaban su nombre, y que vino aquí para llevarlos detenidos a los Sumo Sacerdotes?. Saulo cobraba cada vez más fuerza y desconcertaba a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías.