Goya es el grabador más importante de la historia del arte español y uno de los más destacados del arte europeo de todos los tiempos, igualado sólo por Durero, Rembrandt y Picasso. Las estampas no son un aspecto secundario en su obra sino que desarrolla en ellas aspectos fundamentales de su arte. Goya fue desde luego un genial pintor, pero el dibujo y el grabado le permitieron muchas veces una expresión más libre y exacta de sus verdaderas intenciones, menos sujeta a los condicionantes sociales de la época y a los dictámenes del gusto del momento. Por otra parte las estampas de Goya fueron la faceta más conocida de su arte fuera de nuestro país, al menos durante el siglo XIX, por lo que su imagen e influencia se forjó a partir de ellas.

Las primeras experiencias de Goya en el mundo del grabado deben situarse en el lustro 1770-75 cuando lleva a cabo su primer aguafuerte conocido: La huida a Egipto, una pequeña imagen, aún muy sencilla técnicamente, que muestra ciertas afinidades con las pinturas de la cartuja de Aula Dei. Se ha especulado con la posibilidad de que fuera hecho para conmemorar el nacimiento de su primer hijo, en 1774. Similar fin pudo tener el San Francisco de Paula, unos años posterior: celebrar el nacimiento de su hijo Francisco de Paula Antonio Benito en 1780.

Muestra un estilo más maduro, influido por Tiepolo, aunque Goya aún incurre en defectos de principiante al no tener en cuenta el efecto de inversión inevitable en cualquier técnica de estampación. Así coloca el bastón del santo en su mano izquierda y escribe al revés las letras "CARI" (de Caritas, caridad, principal virtud del santo), lo que corregirá en posteriores estampaciones. Un tercer aguafuerte, San Isidro Labrador, debe fecharse entre los dos anteriores. Sólo se conserva la prueba de la Biblioteca Nacional, con un tratamiento) de la luz que acusa la influencia de Rembrandt y Tiepolo.

A lo largo de su obra como grabador Goya se mostró como un gran innovador atento siempre a las novedades que iban surgiendo en este campo en Europa. Hasta que descubrió la litografía en los últimos años de su vida Goya explotó a fondo las posibilidades que ofrecían las técnicas calcográficas, las más extendidas en la época.