Recursos

Catecismo de la Iglesia Católica

494. Al anuncio de que ella dará a luz al “Hijo del Altísimo” sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo,134 María respondió por “la obediencia de la fe” (Rm 1, 5), segura de que “nada hay imposible para Dios”: “He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 37-38). Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención :135

Ella, en efecto, como dice san Ireneo, “por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano”. Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar: “el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe”. Comparándola con Eva, llaman a María ’Madre de los vivientes’ y afirman con mayor frecuencia: “la muerte vino por Eva, la vida por María”.136

La maternidad divina de María

495. Llamada en los evangelios “la Madre de Jesús” (Jn 2, 1; 19, 25),137 María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como “la madre de mi Señor” desde antes del nacimiento de su hijo (Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [“Theotokos”].138

509. María es verdaderamente ``Madre de Dios'' porque es la Madre del Hijo Eterno de Dios hecho Hombre, que es Dios mismo.

2677. “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros...” Con Isabel, nos maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora por nosotros como ella oró por sí misma: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: “Hágase tu voluntad”. 

III. TESTIMONIO CRISTIANO 

 Las palabras «He aquí la esclava del Señor» expresan el hecho que desde el principio Ella acogió y entendió la propia maternidad como donación total de sí, de su persona, al servicio de los designios salvíficos del Altísimo... (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 36).

 IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA

 A. Apunte bíblico-litúrgico

Los pastores «encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre». Ese Niño es el «Salvador, el Mesías, el Señor». El Dios encarnado, el Enmanuel.

El texto de la segunda lectura se incluye en los fundamentos bíblicos de la Maternidad Divina: «Dios envió a su Hijo nacido de la mujer, nacido bajo la Ley».

La primera lectura ofrece una bendición sobria y bellísima en su forma y de plena actualidad por su contenido para comienzo de un Año Nuevo y para la Jornada de la Paz.

B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica

La fe:

La maternidad divina de María: 494-495.

La respuesta:

El culto a la Santísima Virgen: 971.

En comunión con la Santa Madre de Dios: 2673-2679.

C. Otras sugerencias

Maternidad de María. Como los pastores, contemplamos nosotros por la fe a María la Madre del Niño, recostado en un pesebre que es el Salvador, el Mesías, el Señor. Como ellos glorifiquemos a Dios nosotros.  

El tema de la «paz» debe apoyarse en el texto de la primera lectura: «El Señor vuelva su rostro hacia tí y te conceda la paz». María es la Madre de Jesús, llamado «Príncipe de la Paz» (Is 9,5) y «es nuestra paz» porque creó en sí mismo de los dos pueblos un sólo hombre nuevo haciendo la paz (Ef 2, 14 y ss.).

La bendición para el Año Nuevo, según el texto de la primera lectura, ha de entenderse: como preservación del mal físico y moral, sentido negativo. En sentido positivo, es súplica del favor de Dios sobre todos y cada uno de los hombres con sus dificultades, sus problemas, sus temores.