Hacia el año 1585 existía cerca de Quito una tribu de indios, llamados Oyacachis. Convertidos a la fe desearon poseer una imagen de la Santísima Virgen. Los indios de Lumbicí mandaron hacer una estatua al escultor quien al final se las vendió a los indios Oyacachis. La llevaron al pueblo y la vistieron con una sencilla túnica tejida. Buscando un sitio apropiado donde colocarla, toparon con un nicho cavado en una dura roca y allí la colocaron. En aquel improvisado altar, comenzaron a venerarla los indios y -según cuentan- la Virgen agradecida por sus obsequios, empezó a derramar sobre ellos sus gracias. La fama de la Virgen de Oyacachi se extendió por la comarca y entonces pensaron los indios trasladarla y edificarle una Iglesia. En Oyacachi permaneció la milagrosa imagen alrededor de 15 años, pero luego se trasladó al pueblo de Quinche donde se le erigió un templo. La imagen es de madera, de unos 62 centímetros de altura y se halla cuidadosamente tallada y adornada.

La imagen fue coronada canónicamente en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre.