Mayuca

Tengo un amigo de nombre Diego que, cuando iba a empezar el pasado año 2004 me decía: "Ya verás, este va a ser tu mejor año", y no le faltaba razón...

En enero, a mi madre le diagnostican una depresión, por lo que era ingresada en mayo en una clínica, allí estuvo más de un mes. En febrero, a mi hermana le extirparon la tiroides al completo, pues estaba fuera de control. A mí, en los meses de marzo y abril me tuvieron que hacer algunas pruebas médicas para tratar de diagnosticar un asunto renal. En mayo tuve un accidente con mi coche, que no tenía ni tres meses, en el que casi vuelco. En junio mi padre fue ingresado con una conjuntivitis aguda en el único ojo en el que tiene visión, estuvo una semana en el hospital. También en junio, llevamos a urgencias a Mayuca, mi suegra, con una anemia. Mi mujer y yo veíamos que el año venía bien servido, y pensaba en lo poco afortunado del comentario de mi amigo.

Mayuca llevaba más de 13 años sobre una silla de ruedas por un coche que la atropelló, y entre los distintos aspectos que esta situación suponía, estaba el hecho de llevar dentro de su cuerpo un pequeño depósito con baclofeno para reducirle la espasticidad. Pues bien, en julio hubo que ir al Hospital de Parapléjicos de Toledo pues, como cada 5 años, tocaba el cambio de dicha bomba.

Esa, y otras aventuras similares, formaban parte de su vida cotidiana, como ocurre a todas las persona en tales circunstancias y también a sus familiares, por lo que podríamos decir que aquel día fue uno más, con la salvedad de que a su marido, en una resonancia magnética, le descubrieron un tumor en el cerebro.

Lo que parecía un atisbo de demencia senil resultó, a las dos semanas, en la extirpación parcial de un tumor maligno. Rápidamente intensificamos nuestras oraciones y comenzamos a acompañarle en el hospital diciéndole que se recuperaría de 'una lesión', todos, preocupados, sólo deseábamos terminar felizmente este episodio cuanto antes.

No habían pasado diez días cuando a Mayuca le diagnostican otro tumor maligno, en este caso encío-mandibular. Esto nos dejó bloqueados. No había lugar a dudas, Dios nos estaba poniendo a prueba, estaba llamando a nuestra puerta y nos quería coger de la mano para acompañarle en el dolor.

Hacía relativamente poco que habíamos ido juntos a ver la película de "La Pasión de Cristo", y resultaba fácil imaginar que con esta noticia, Jesús, cargando con la Cruz, se había parado delante de nosotros y nos invitaba a seguirle. Cada uno asimilamos como pudimos este encuentro inopinado con la Cruz y le seguimos, no podíamos hacer otra cosa.

Mayuca, especialmente por el papel que le había tocado vivir en los últimos años, era el centro del hogar, sobre el que giraba todo, pues el atenderla en su incapacidad requería la coordinación de todos. Y ella, desde ese singular 'trono' era quien llevaba las riendas, esto implícitamente hacía de ella el nexo de unión entre todos.

Por lo tanto, la noticia de su tumor fue demoledora, excepto para ella, que además al mismo tiempo se enteró de que su marido también tenía uno. Ella, acostumbrada a sufrir, si es que a eso se puede acostumbrar uno, reconoció al instante que sus días de purificación en la tierra habrían sido muchos, pero ya se le estaban terminando. Tuvo una serenidad admirable. Tenía muy claro que no hay motivo para estar tristes: somos hijos de Dios.

Y siguiendo con la cronología, a primeros de agosto, mi hermana tuvo un accidente de tráfico en el cual de las tres personas que iban, una salió despedida del vehículo, pero ella resultó ilesa. El coche fue declarado siniestro total.

No había terminado el mes de agosto, cuando mi suegro sufre una parada cardio-respiratoria y a los tres días fallece.

Recuerdo perfectamente cuando Mayuca iba a verlo al hospital, lo miraba con cariño, y le hablaba con el corazón, sin ruido de palabras, imagino que contándole lo de su tumor, y muchas cosas más que todos sabemos y al pensarlas se nos hace un nudo en la garganta, y nos llenan de envidia porque sabemos había mucho amor sincero. Un amor auténtico, gracias al cual era posible sobrellevar todas las cosas con calma, y hasta con sentido del humor.

Por su parte, Mayuca era operada del tumor de la mandíbula a principios de octubre, colocándole un trozo de hueso que le habían extraído de la cadera. En dicha estancia hospitalaria coge una neumonía. Ocho días más tarde, en vista de que el hueso no está siendo aceptado, en una nueva operación le quitan el injerto de la cara. Su cuerpo, cada vez más débil, pasa 3 semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos, luchando por sobrevivir a las complicaciones de la neumonía.

A mediados de noviembre, la abertura de la cadera no ha cicatrizado y se la tienen que coser. Poco después le dan el alta. La llegada al hogar es dura, pues no vuelve ni la sombra de lo que fue. Su cuerpo está machacado por las múltiples intervenciones; y su aspecto, desfigurado, hasta el punto que tiene serias dificultades para alimentarse e incluso para tragar saliva. Todo ello provoca que a la debilidad del cuerpo, se una la debilidad anímica. Ella, sencilla, nos cuenta que está cansada, pero sigue luchando.

Es un ejemplo incontestable de amor a la vida, cada día, con sus matices, pequeños unos y otros no, siguiendo adelante, agradeciendo las visitas, las flores, siendo paciente ante nuestras faltas de paciencia, satisfecha de estar, de saber que la queremos con nosotros. Un tesoro de riqueza que se te escurre entre los dedos cuando aún no has empezado a valorarlo.

A finales de mes vuelve al hospital con infección, y en una semana vuelve a casa, pero a la semana siguiente de nuevo al hospital. Con docilidad, sin perder la paz, sabiendo que todo formaba parte de los planes de Dios, Mayuca dejaba hacer. Hasta el último día rezando el rosario y llenándose de su fuerza. Mientras, nosotros, inquietos, reconociendo que nos estaba poniendo a prueba, cada uno vivía su combate, a solas con Dios, tratando de entender sus designios.

Finalmente Mayuca nos dejó, no pudimos estar con ella el día de Navidad, pero su marido sí, y le habrá podido contar cómo fue la fiesta de cumpleaños de su nieta, a la que ella asistió a finales de noviembre.

Con estas letras, a las que nos animó su confesor, quiero agradecer a Mayuca la oportunidad que me ha brindado de aprender muchas cosas, entre ellas a sobrellevar la adversidad. Estoy alegre de haber compartido con ella esos momentos de dolor y sufrimiento, de haberla tenido entre mis preocupaciones y en mis oraciones.

Gracias, Mayuca, porque al final he entendido que sí, que este ha sido mi mejor año. Y gracias a Dios, porque ha habido momentos en los que hemos cogido junto a Él la Cruz y en otros Él ha sido quien nos ha cogido en brazos.

También estamos muy agradecidos a todos los hospitales por el buen trato que hemos recibido en todos los casos: Clínica Universitaria de Navarra (Pamplona), Hospital Clínico(Valladolid), Hospital Pío del Río Hortega (Valladolid), Hospital Nacional de Parapléjicos (Toledo), Hospital Gregorio Marañón (Madrid).

Autor: JC Zanfona