Cada cual debe cuidar de su propia autoridad


Por Eusebio Ferrer

La autoridad también debe ejercerse en el momento preciso; no vale el escudarse en el vulgar y dañino "se lo diré a papá cuando venga" o "eso no lo haríais a vuestra madre". Cada cual debe sacar las "castañas del fuego" y responsabilizarse del momento concreto. Es otra cosa, cuando se requiera la intervención del otro cónyuge, porque la gravedad o seriedad del caso lo requiera, pero siempre después de haber dejado a buen recaudo la propia autoridad.

La autoridad es un arma imprescindible para llevar los hijos a buen puerto

Nunca dejemos en el aire un "mañana hablaremos". Al día siguiente hay que hablar, aunque la noche nos haya aclarado las ideas y veamos que aquello era una tontería. Acaso lo preferible sea reconocerlo así, y enseñarles cómo se vive la humildad de reconocer unos hechos. Lo perjudicial sería dejar el asunto como difuso, como olvidado, aunque en la mente de todos quede pendiente de resolver. La memoria de los hijos es una de las máquinas más perfectas que se conocen.

Nuestra autoridad no mengua por cumplir los mil detalles, por insignificantes que sean o por poco elegantes que creamos, del funcionamiento del hogar, lo que sí debemos cuidar, porque la autoridad va pareja con el prestigio, es no cometer equivocaciones aunque sea a mil leguas de nuestros hijos. El emborracharnos en Cuenca, si vivimos en Varsovia, es un golpe directo a nuestra autoridad, porque difícilmente podremos mirar a la cara al hijo que simplemente llega un cuarto de hora tarde. Sin embargo, este sentido de culpabilidad propia no es sano y hay que olvidarse de él.

Es cierto que no somos perfectos, pero debemos actuar como si lo fuésemos, de ahí la necesidad que tenemos de esforzarnos en portarnos como deseamos que se comporten los hijos. Esta fortaleza la necesitamos para enfrentarnos con valentía frente a los mil problemas que nos surgirán.

En cualquier de los casos no somos unos seres de distinta naturaleza y si por cualquier causa nos echaran en cara una debilidad, debemos tener el suficiente temple para defendernos y para ofrecerles una panorámica de su forma de ser, para que también mejoren. La educación ya hemos dicho anteriormente que nunca acaba, ni para los hijos ni para los padres.

El gran vicio de la autoridad es la tiranía, el emborracharse de poder y mandar sin tener en cuenta la necesidad o el beneficio que puede reportar lo mandado, a no ser que sea un beneficio para el que manda. Éste es el padre que no deja salir a los hijos de casa, porque sabe que debería ir con ellos y prefiere quedarse junto a la estufa; es la madre que ordena al niño quedarse sentadito mirando la televisión, porque le da pereza que ande por la casa, porque la deja perdida. Es el padre que sin consultarle matricula a su hijo en Ingeniería, porque así seguirá la tradición familiar iniciada en el XVIII, o la madre que maquina que la hija se prometa con Fernandito, el hijo de los Regúlez, el sueño de toda su vida.

Las órdenes que se dan deben tener siempre un sentido de servicio a los demás, de beneficio para quien la lleve a cabo. Exigir que se llegue a una hora concreta, sirve para que al cumplir lo ordenado, se contribuya al buen funcionamiento del hogar y a respetar el trabajo de quien tuvo que guisar. El no consentir ciertas ironías o burlas, no es más que ayudar a vivir un ambiente mejor al no tratar de herir a nadie. Exigir respuestas respetuosas, es ayudar a dialogar y aceptar la opinión de los demás y que respeten la propia.

La otra cara del vicio de la autoridad es la renuncia.. El pesimismo de decir que no hay nada que hacer, que los hijos son demasiado jóvenes o viejos para que podamos actuar, que los tiempos son excesivamente duros, que... y aceptamos los hechos con una resignación propia de un estoico. Pasamos de simples ejecutores a espectadores.

Si la malicia de la tiranía no es preciso resaltarla, porque cae por su propio peso, la de la renuncia a jugar el papel que nos ha sido encomendado a veces es peor, aunque cueste más reconocerlo.


Tomado de "Exigir para educar"