Homosexuales y adopción de menores

Hasta hace muy pocos años todo el mundo sabía lo que era un “matrimonio normal”, lo que era un “homosexual” y quienes podían o no adoptar a un menor. A nadie, desde hace miles de años, se le ha ocurrido igualar la unión entre dos homosexuales con el matrimonio. De pronto, llegan los progres; y en nombre de su peculiar sentido de la libertad, igualdad y fraternidad, utilizan las palabras matrimonio y homosexual con significados opuestos al sentir general de la sociedad. Sorprendentemente, la adopción de menores por los homosexuales, se torna una exigencia, un derecho.

Zapatero, Presidente del Gobierno español, prometió que: “no sólo piensa aprobar los “matrimonios” homosexuales, sino también la adopción de niños por éstos “si hay consenso social” O sea, cuando él quiera.

“Ni qué decir tiene que los homosexuales son ciudadanos de pleno derecho, y por ello, acreedores de la misma consideración y respeto que merecen quienes no lo son. Pero eso no les da derecho, por muy bien organizados y concienciados que estén, a tratar de imponer a la mayoría, a través de poderosos grupos de presión, su particular visión del matrimonio y de las adopciones de menores”

Además, ¿a cuento de que viene crear este problema artificial? ¿Ignoran que por cada niño que en España necesita adopción hay muchísimas familias “normales” que para a adoptar a los niños tienen que ir a por ellos a China o al Perú? Nó, no lo ignoran, y esto quiere decir que les importan un comino los homosexuales y los niños, los cuales se utilizan como medio para arrebañar votos y conseguir el poder; para ello, los partidos de izquierda y algunos políticos despistados de la derecha o centro, no sólo tratan de cambiar el Derecho de Familia sino también el diccionario y el sentido del lenguaje. Se empieza por llamar matrimonio a cualquier unión de dos homosexuales , después se pedirá para las uniones de tres o más personas del mismo o diferente sexo, después … para lo que haga falta. Resultado: el desprestigio del verdadero matrimonio.

Destruyendo al matrimonio, se destruirá la familia y destruyendo la familia habremos destruido la sociedad. Entonces tendremos vía libre para implantar una nueva sociedad, que nadie sabe como será. En último término, el movimiento gay es sólo un eslabón más, de nuevas ideologías que pretenden la destrucción de la sociedad occidental: judeocristiana, romana y griega. Ya lo intentaron en Rusia y en China con consecuencias desastrosas. ¿Por qué la sustituiremos? ¿Por el islamismo, el budismo, la Nueva Era, …?

Todas las personas tenemos limitaciones, los homosexuales también, y con esas limitaciones hay que contar. Digan lo que digan las leyes, ignorarlas sería engañarnos y engañar a los demás. ¿Es una de esas limitaciones la adopción de menores? ¿Por qué se aducen tantas “razones” morales, físicas, científicas para justificar esas adopciones?. Generalmente, cuando se aducen muchas razones es porque no se tiene razón. Jarabes para la tos hay muchos porque ninguno cura.

Una duda nos ronda : El movimiento gay, parte de cuyas exigencias pueden ser legítimas, ¿ Es un movimiento genuino o está siendo orquestado y utilizado por poderes ocultos, por gentes a quienes sólo interesa el voto, el poder y que han visto en los homosexuales una fuente de votos e influencias?

La Iglesia Católica, como siempre, va muy por delante en materias de igualdad y libertad sobre las progresías de turno. Para empezar, el homosexual es considerado un hermano nuestro, hijo del mismo Padre. Sigue con el mandamiento básico: Amarás al prójimo como a ti mismo. El Catecismo de la Iglesia Católica continúa: «Deben ser acogidos – los homosexuales- con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta» (No. 2358).¿Por qué se ocultan estas afirmaciones en los medios de difusión?

Por otra parte, el Catecismo se muestra no menos claro al tratar con la moralidad de los matrimonios entre homosexuales: «Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso» (No. 2357). ¿Pero es que alguien no sabía esto?

Lo realmente vergonzoso y lamentable es que se haya elevado a la categoría de dogma político lo que no pasa de vulgar prostitución social y política. Como hay que justificar lo injustificable, se echa mano del “Relativismo Moral y Social” que como un cáncer esta minando el tejido de nuestras sociedades. Siempre se encuentra un “filósofo” capaz de convertir en verdad profunda, lo que no es más que una simple aberración. Así, todo vale. La única vara de medir son nuestros intereses, pasiones y deseos particulares. Lógicamente, chocan con la Iglesia Católica. Sin embargo, lo que la Iglesia condena en los homosexuales es lo mismo que condena en los heterosexuales: el uso del sexo fuera de los límites de toda razón y moral , el engaño disimulado y la degeneración social. Y esto si lo están imponiendo las mayorías políticas dominantes, no la Iglesia. La demagogia es letal para las democracias.

¿Saben Vds de algún político dispuesto a dar uno de sus hijos o hijas en adopción a una pareja de gays o lesbianas? ¿Qué dirían los políticos de relieve si a los porteros de los ministerios les llamamos “Ministros”, a los bedeles de Institutos le ponemos el nombre de “Catedráticos”, y a los cabos del regimiento les llamamos “Coroneles”?. No por eso dejarían de ser respetados porteros, bedeles y cabos; pero ministros, catedráticos y coroneles se habrían convertido en motivos de risas y chanzas, primer paso para su eliminación.

Legíslese para que ningún ciudadano sea injustamente discriminado. Ténganse en cuenta las deficiencias y limitaciones de cualquier grupo humano: Un ciego no debe conducir un autobús, ni un enfermo mental regir un hospital. Dejemos de enredar con las adopciones de menores , y pongamos a las uniones de homosexuales cualquier nombre, pero ¡nunca!, ¡nunca!, el de matrimonio; a no ser que lo que realmente se esté intentando sea destruir al matrimonio y a la familia.


Alejo Fernández Pérez

Fuente: http://www.arbil.org/