Viernes 05 de Mayo de 2017

En aquel tiempo, los judí­os se pusieron a discutir entre sí y decí­an: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”. Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último dí­a. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí­, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí­. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre”. Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

Comentario:

En el capí­tulo 6 del Evangelio según San Juan, encontramos el llamado "discurso del pan de vida". Cristo nos habla en términos Eucarí­sticos muy claros. Al principio sus oyentes entraban en conflicto con la identidad de Cristo: "¿Cómo dice este que ha bajado del Cielo?". Ahora su conflicto es Eucarí­stico: "¿Cómo puede darnos a comer su cuerpo y su sangre?". Y es que el misterio de la Eucaristí­a está í­ntimamente unido al misterio de Cristo. El Señor quiere no sólo que creamos en Él, sino que le creamos a Él, que creamos en sus palabras: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros". Quizá nos podrí­a parecer redundante cuando el Señor usa en algunas ocasiones la expresión: "en verdad, en verdad os digo". Sin embargo Jesús la utiliza porque quiere decirnos que a continuación va a expresar una verdad fundamental, tan importante que no puede pasar desapercibida.

¿Y cuáles son estas verdades tan importantes que el Señor nos quiere decir? Son 3 efectos muy importantes que nos vienen de la Eucaristí­a: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último dí­a". "El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí­, y yo en él". "El que coma este pan vivirá para siempre." Participemos con fe, con amor y con devoción de la Eucaristí­a. Recibiendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos hacemos destinatarios de sus promesas: de estar en í­ntima unión con Él, de poseer la vida verdadera y de poder participar con Él en el gozo de la resurrección. Ésa es la vida auténtica que el Señor nos promete.

P. Juan José Paniagua