Sexto Día de la Novena a San Agustín sobre la Esperanza

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Sexto Día

“…nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. (Benedicto XVI Spes Salvi 30)

Lectura Bíblica: 1Pe 3,13-16

¿Quién puede hacerles daño si se dedican a practicar el bien? Dichosos ustedes, si tienen que sufrir por la justicia. No teman ni se inquieten: por el contrario, glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen.
Pero háganlo con delicadeza y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias los que difaman el buen comportamiento de ustedes como creyentes en Cristo.

Dice San Agustín:

Nada hay tan opuesto a la esperanza como el mirar atrás, es decir, poner la confianza en las cosas que se deslizan y pasan (S 105,7). Sea tu esperanza el Señor Dios. No esperes ninguna otra cosa de El; sea el mismo Señor tu esperanza (CS 39,7).

Oración

Señor danos un corazón lleno de esperanza, abierto, sensible a los dolores y a los sufrimientos.
Que nos comprometa, en la práctica del amor y la justicia.

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba... Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.