Segundo dolor del Corazón de Jesús

Previsión

Comenzó a atemorizarse y a angustiarse, diciendo: Triste está mi alma hasta la muerte… Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz… Mas no se haga mi voluntad sino la tuya… (Mateo, cap. 26).

1er preludio. Figúrate aun, alma mía, que estás en el jardín de los Olivos, y cerca de ti a Jesús, triste, agonizante y un ángel que le conforta.

2do preludio. ¡Oh Salvador mío! Haz que, tomando parte en el profundo dolor en que fuiste sumergido, obtenga el favor especial de ser asociados a los tres discípulos testigos de tu agonía.

Considera, alma mía, que si las afrentas y suplicios que nuestro divino redentor iba a padecer atormentaban y afligían su amante Corazón, no eran estas las penas que más sentía, pues siempre había deseado apasionadamente el dar la vida por los hombres, y muchas veces lo había significado diciendo: Con un bautismo de sangre yo he de ser bautizado. ¡Oh! ¡Y cómo traigo en prensa el Corazón mientras que no lo veo cumplido! Mas lo que causó en su alma una tristeza mortal fue la ingratitud y desprecio con que los hombres mirarían este beneficio, el poco fruto que sacarían de su pasión y muerte, y que siendo esta bastante para salvar infinitos mundos, con todo, pocos serían los que se aprovecharían de ella. Esta idea es la que lo aflige y lo acongoja y le hace entrar en agonía; este es el amargo cáliz de que pedía ser librado, y no de la muerte ni de los acerbos tormentos. Es posible, diría entre sí el afligido Señor, ¡Oh hombres este es el pago que me han de dar! ¿Es así como corresponderán al amor con que por ustedes muero? ¡Ah! Si yo supiera que al ver lo mucho que padezco, dejarían de ofenderme y empezarían a mamarme, entonces sí que me ofrecería gustoso, no a una sino a mil muertes: mas que después de tantas penas sufridas por ustedes con tanto amor, me correspondan con nuevos pecados, y que la sangre que voy a derramar por salvarlos sirva, por el abuso que de ella harán, para su mayor condenación, este es un tormento que a mi corazón se hace insufrible.

Agobiado el divino Redentor con esta terrible representación, se postró con el rostro por tierra, con aquel rostro que es gloria de los ángeles, y rogaba a Dios, con tanto mayor fervor, cuanto era mayor su congoja y aflicción. Tanto llego a ésta a oprimirlo, que comenzó a sudar sangre por todos los poros de su cuerpo con tal abundancia, que bañó con ella la tierra.¡Oh amor!, ¡O tormento!, ¡Oh Sangre de mi divino Redentor!

Coloquio. ¡Qué es esto, adorable Jesús! Yo no veo en este huerto ni los azotes, ni espinas, ni clavos que te hieran. ¿Cómo pues te veo todo ensangrentado? ¡Ah! Sí lo sé, Salvador mío, mis pecados han sido el lagar que exprimió de tu Corazón toda esa sangre y los crueles verdugos que más te atormentaron. Perdóname, Jesús mío; y ya que de otro modo no puedo consolarte, sino por un verdadero arrepentimiento, dame por tu afligido Corazón un dolor tan grande por haberte disgustado, que me haga llorar día y noche por mi ingratitud.

Propósito. Ir varias veces al día, por lo menos de corazón, al pie del tabernáculo a hacer actos de desagravio para reparar la ingratitud de los hombres y corresponder en cierto modo a las excesivas finezas del amantísimo Corazón de Jesús.

Ramillete Espiritual. Padre mío, si es posible, aleja  de mí este cáliz, sin que yo lo beba; mas no se haga mi voluntad, sino la tuya.


Transcrito por José Gálvez Krüger para ACI Prensa