Primer dolor del Corazón de Jesús

Comunión indigna y traición de Judas

Estando ellos cenando, tomó Jesús el pan y lo bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomad y comed: este es mi cuerpo (Mat., cap 26)

1er preludio. Entra alma mía, respetuosamente en el cenáculo y contempla a Jesús sentado en la mesa con sus discípulos, dándoles por comida su mismo cuerpo, aun al traidor Judas.

2do preludio. ¡Oh Jesús! Haz que comprenda la necesidad que hay de probarse a sí mismo para no recibir indignamente el don eucarístico; y presérvame d ela desdicha de la mala comunión.

Consideración

Jesús sabía que Judas había formado designio de hacerle traición y de ponerlo en manos de sus más crueles enemigos para darle muerte; sin embargo: sin embargo, este bondadoso Salvador lo admite a su mesa y al mismo convite en que iba instituir el adorable sacramento de s cuerpo y de su sangre; por el cual, antes de morir, había de dar a sus apóstoles la última prueba de su ardiente amor.

En efecto, habiendo instituido el sacramento de la Eucaristía, da la Sagrada Comunión a sus apóstoles, sin exceptuar al alevoso profanador, no queriendo por su excesiva bondad escandalizarlo con una ruidosa repulsa y a fin de darle tiempo a que se arrepintiese de su horrendo crimen a la vista de tal miramiento.

¡Cuales serían los sentimientos y el dolor de este adorable Salvador, cuando llevándose a sí mismo, en sus propias manos, se depositó en la boca sacrílega de aquel traidor! ¡Y qué morada tan triste no hizo en el corazón de este pérfido, después de haber pasado por su detestable lengua, con la cual, dentro de un momento, debía tratar su muerte y vender su sangre a un vil precio! Así es, que a pesar de su extrema caridad, lanza al tránsfuga esta aterradora palabra: ¡Oh hombre desgraciado! Mas ¿quién es este hombre, sino el que come el Pan de los Ángeles con el corazón aun manchado por sus pasiones, sin humildad, sin arrepentimiento, sin amor, y en cierto modo volviendo luego a entregar a las profanaciones del mundo a Dios, que acaba de recibir: “no sabiendo discernir el cuerpo del Señor, come y bebe su propio juicio”.

Coloquio. ¿Quién no temblará, Señor, a vista del traidor Judas? ¡Un discípulo, un apóstol, el confidente de tus secretos, te recibe indignamente! ¡Dios mío, yo no soy digno de que entres en mi pobre morada, pero te diré con las hermanas de Lázaro: el que amas esta enfermo. Heme aquí, ¡oh médico divino! Cubierto de las heridas que me han hecho mis pecados! Y yo vengo a Ti para que me sanes; Tú lo puedes y creo que esta es tu voluntad.

Propósito: Acercarse siempre al banquete eucarístico con el corazón purificado por la gracias de la absolución; prepararse cuidadosamente a la comunión y examinar a menudo los frutos que sacan de ella.

Ramillete espiritual. Que el hombre se pruebe a sí mismo.

Oración

Acuérdate, ¡Oh dulcísimo y amado Jesús ¡ que nunca se oyó decir a cuantos han recurrido a tu benignísimo corazón, pedido sus auxilios e implorado su misericordia, que hayan sido desamparados. Animado con esta misma confianza, ¡Oh Rey de los corazones! Corro y vengo a ti y, gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro ante T; oh divino Corazón, no desoigas mis oraciones; ante bien, dígnate acceder a ellas. Muéstranos oh amorosisimo Jesús, que tu adorable Corazón es el corazón del Padre más tierno, y que aquel que se dignó enviarte para obrar nuestra Salvación, acepte por Ti nuestras plegarias. Amén.

La traición de Judas

Acercándose Judas a Jesús, le dijo: Dios te guarde, Maestro, y le beso. Díjole Jesús: amigo ¿a qué has venido?

1er preludio. Figúrate, alma mía que ves el jardín de los Olivos donde reina un silencio profundo. Es cerca de la media noche cuando llegaron los enemigos de Jesús. Judas se acerca a él y lo abraza.

2do preludio. Haz, ¡oh Salvador mío! Que comprenda cuán culpable es el alma que te traiciona, abusando de tus gracias, y los formidables castigos que le están reservados.

Consideración

Judas, discípulo de Jesús,  revestido de la dignidad soberana del apostolado, admitido a su mesa, y teniendo toda su confianza, se deja dominar por una vil pasión y se hace el guía de los enemigos de su Salvador. Vende a su divino Maestro y comete la más negra traición, sirviéndose del ósculo de paz para entregarlo en manos de los príncipes de los sacerdotes. Este mansísimo cordero lo recibe, no obstante que conocía la horrenda intención de aquel pérfido, y lo trata con el dulce nombre de amigo. ¿Amigo, a que has venido? ¡Que herida tan penetrante no sería esta en su amante Corazón! ¡Oh Dios mío, si has manifestado tanta bondad  a un enemigo, a un servidor infiel; si has hecho tan grandes cosas para desviarle de su pecado, ¿qué no deben esperar de ti los que, después de haber tenido la desgracia de ofenderte, te buscan de todo corazón?. Judas, después de haber consumado su crimen, lleno de desesperación se da la  muerte. Este pérfido apóstol había cerrado sus oídos a las amistosas palabras por las cuales Jesús había querido ablandar su duro corazón, y, creyendo superado irremisible, consuma su eterna reprobación. He aquí lo que obra la tentación en las personas que, después de haber sido colmadas de gracias, vuelven a las infidelidades: acostumbradas a las bondades del Señor, de las cuales han abusado, nada les conmueve, ni el lenguaje de la fe, ni las piadosas exhortaciones, ni los caritativos avisos. La voz de Dios bondadoso que las llama y que desea perdonarlas no es oída; de modo que estas almas infieles se persuaden de que su salvación es imposible. ¡Cuan peligrosos son estos pensamientos de desesperación! Temamos y evitemos la ocasión de caer en el pecado; pero, si olvidando la justicia de Dios, tuviésemos la desgracia de cometer alguna falta, recurramos a su infinita misericordia.

Coloquio, ¡Oh Salvador mío! No pernitas jamás que yo renueve, abusando de  tus gracias, la traición que detesto en el pérfido discípulo: antes haz que recordando los beneficios con que me has colmado, o sea siempre constante y fiel; más si yo por fragilidad, alguna vez tuviese la desdicha de ofenderte, haz que me arroje, lleno de confianza, en los brazos de tu excesiva caridad para recibir de Ti el perdón.

Propósito. A menudo recordaré la bondad de Jesús, al recibir el ósculo del traidor Judas; me compadeceré del acerbo dolor que sintió entonces el amante Corazón del que experimenta aun parte de los que le traicionan de nuevo en el sacramento de la Eucaristía.

Ramillete espirtual: ¿Amigo mío a qué has venido?

Padre Nuestro y Ave María


Transcrito por José Gálvez Krüger para ACI Prensa