Primer Día de la Novena a la Virgen de Lourdes: 02 de febrero

En el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Acto de Contrición

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo, en quien espero y a quien amo sobre todas las cosas; humildemente postrado ante vuestra divina majestad, os pido me perdonéis todas las ofensas e ingratitudes que he cometido contra Vos. Conozco, Señor, que soy indigno de parecer ante vuestra presencia; por lo cual vengo a Vos por medio de vuestra amantísima Madre, a la que ruego interceda por mí, para alcanzarme el perdón de los pecados que yo de corazón aborrezco, y propongo con vuestra gracia no volver a cometer. Amén.

Oración preparatoria para todos los días

¡Oh María Inmaculada, Santísima Virgen de Lourdes! deseando hacer esta novena con la mayor devoción de mi alma, y responder al llamamiento que en persona de la humilde Bernardita, habéis hecho a todos vuestros hijos, me postro a vuestro pies para escuchar con atención vuestra voz, exponeros mis necesidades y solicitar vuestros amorosos cuidados. No me desechéis, Madre mía, a pesar de mi indignidad; atended únicamente al arrepentimiento que tengo por haber afligido vuestro maternal corazón y renovado la pasión de vuestro amantísimo Hijo, acudid en mi ayuda durante esta santa novena, en la cual me propongo purificar mi alma y conseguir por vuestra intercesión el favor especial que solicito de la Divina Majestad y dar gracias a la misma, por todos los beneficios recibidos (y especialmente por el que es motivo de estos obsequios) Amén.

Meditación

Los designios de Dios son incomprensibles. Precisamente en un siglo de soberbia y orgullo, en un siglo de racionalismo, que pretendía haber concluido con todo lo sobrenatural y divino; en una nación donde más se trabajaba por extender y propagar todos los errores, que tiene por fundamento no admitir más que el orden puramente natural, razón por la cual se negaba no sólo el pecado original, sino hasta la elevación de la naturaleza humana; donde no se quería admitir la intervención divina en las cosas de. los hombres; precisamente en esa época y en esa nación, es donde Dios Nuestro Señor quiso destruir el fundamento de todos los errores; y para ello, se sirvió del instrumento al parecer más despreciable. De una niña pobre, débil e ignorante, que no sabía otra cosa que rezar el Sto. Rosario, es de quien se valió Dios para vencer al mundo, confundir a los soberbios, humillar a los sabios y conseguir tan señalada victoria. En Lourdes el hecho sobrenatural es permanente, puesto que la fuente misteriosa que allí brota y los efectos asombrosos que sus aguas producen lo evidencian; allí ha recibido el naturalismo su más rudo golpe y la fe una confirmación maravillosa. Guardémonos de todos los errores, que puedan mancillar en lo más mínimo nuestra fe, avivémosla más y más cada día y repitamos con el Profeta respecto de la Iglesia, lo que él decía de Jerusalén: ¡Séquese, Señor mi mano derecha y quede pegada mi lengua al paladar antes que dejar de amarte y alabarte, oh Iglesia Santa!.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

Parte histórica

Hace pocos años apenas era conocida en el mundo una población situada en la falda de los Pirineos; nadie la nombraba, permaneciendo en la oscuridad del olvido y entre las nieves que coronan sus montañas.

Pero ¡qué cambio más asombroso no se ha verificado! Hoy su nombre corre de boca en boca, ha traspasado los montes, ha salvado las distancias, y es pronunciado con entusiasmo y amor en América como en Europa, en Africa como en Asia, y en la dilatada Oceanía, y singularmente en Filipinas. ¿ Qué prodigo se ha obrado?

Era el once de febrero de mil ochocientos cincuenta y ocho, cuando una sencilla y humilde niña, por nombre Bernardita, al intentar pasar el Gave que corre al oeste de Lourdes para recoger, como su hermana María y otra amiga de ésta, un poco de leña, entre las sinuosidades de las rocas de Massabielle, oyó un ruido como de suave brisa, que lentamente agitaba las ramas de los árboles. Levanta su vista, y sus ojos no distinguen objeto alguno; se reproduce la agitación en las ramas y vuelve a mirar; a sus ojos aparece entonces una visión celestial. Una Señora rodeada de una claridad que brilla más que el sol, pero que ni daña ni ofusca como éste, sino que por el contrario atrae y admira; una Señora de incomparable hermosura, cubierta con un velo blanquísimo, mas que la nieve que se halla en la cima de las próximas colinas, y ceñida con un cinturón azul. Los pies de tan admirable hermosura descansan en la roca, rozando ligeramente el ramaje de un rosal silvestre, dejando ver sobre cada uno de ellos una rosa de oro. Sus manos cruzadas tenían un rosario, cuyas cuentas de alabastro, engarzadas con cadena de oro, se deslizaban entre sus dedos, guardando, sin embargo, un silencio misterioso. Los ojos de la excelsa Señora se habían fijado llenos de benignidad en la niña, que se hallaba asombrada, extasiada y como fuera de sí. Aquella hizo la señal de la cruz, y la niña entonces tomando su rosario, empezó a rezarlo, durando la visión celestial hasta que lo terminó; y concluido, la celestial Aparición volvió a la eterna morada, de donde había venido, dejando en pos de sí un rayo luminoso, que al poco tiempo también se desvaneció.

Primer Día

¡Oh Inmaculada María! Os pido humildemente la gracia de que se acreciente más y más cada día nuestra fe, y que obtengáis un rayo de luz divina para los que están sentados en las tinieblas del pecado. Extended más el reino de Dios, desterrad de entre nosotros todos los errores, y haced que Filipinas, y esta ciudad principalmente, tengan siempre como su mayor gloria vivir en la fe de vuestro Smo. Hijo y que sus habitantes permanezcan unidos a la Santa Iglesia Romana hasta el último suspiro. Con este objeto os rezamos las siguientes Avemarías y deprecaciones.

Tres AVEMARÍAS, añadiendo después de cada una "VIRGEN, DE LOURDES, ROGAD POR NOSOTROS".

Oración de San Bernardo

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos; animado con esta confianza a Vos también acudo, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana; no desechéis, Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes bien escuchadlas y dignaos acogerlas benignamente. Amén.

Se rezan las Avemarías como el primer día y después la oración final: Inmaculada Señora etc.

Oración Final

Inmaculada Señora y Madre mía, por el grande amor que mostrasteis a los hombres, dignándote aparecer en una tosca gruta e instruir a la joven y dichosa Bernardita, os ruego me hagáis merced de alegrar mi corazón con vuestras influencias soberanas. Y así, Señora, como hicisteis brotar en la gruta de Lourdes aquel manantial riquísimo de cristalinas y saludables aguas, para remedio del cuerpo, derramad sobre mi pobre alma las dulcísimas y fértiles aguas de la gracia, que apaguen mi sed por las cosas de la tierra, y limpien mi espíritu para que sea digno de los goces purísimos del cielo. Amén.