¿Por qué hay que bautizar a los niños?

El sentido del sacramento del Bautismo es sencillo: ser incorporados a la Iglesia como miembros de Cristo, eliminando en nosotros la huella del pecado de Adán y darnos la oportunidad de librarnos de las consecuencias del pecado (concupiscencia) de nuestro primer padre por nuestra cooperación con la gracia de Dios. 
Es así que sin haber sido bautizados no podemos vivir según la fe de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que «el santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. 
Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión» (CEC 1213). Todos hemos pecado en Adán y desde que nacemos estamos en pecado: «Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida» (Rom 5,18).

¿Por qué habría que bautizar a los niños? ¿No sería imponerles una fe que ellos no aceptan libremente?

La fe nunca se impone. Simplemente se le dan al niño las "herramientas" para que comprenda la Fe y viva según la ley de Cristo. Si el niño que crece no quiere hacerlo, siempre será libre de rechazar la fe de sus padres. Pero la base sobre la que piensan los padres cristianos es que deben darle al hijo la oportunidad de pertenecer a la Iglesia y hacerse partícipes de los dones que administra con la autoridad del mismo Señor Jesús. Negarle esto a una persona significa no creer en la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Por ello, si los padres no tienen fe o la han perdido, les será difícil comprender el sentido de bautizar a su hijo recién nacido. 

Bautizar a un niño es hacerle un regalo inmenso, desearle lo mejor, que es la vida en Cristo. Este es un regalo que en su futuro podrá aprovechar o lo podrá abandonar, pero que siempre tendrá a la mano para acercarse a la Iglesia y por medio de ella al mismo Señor Jesús. «La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños» -dice el CEC-.Por tanto, los padres -que son parte de la Iglesia también- privarían a sus hijos de ser parte del Cuerpo Místico de Cristo y les sustraerían la oportunidad de ir creciendo en la fe desde pequeño. Tendrá que comenzar desde cero siendo mayor. 

La fe sólo puede crecer después del Bautismo (CEC 1254). Por ello, no es necesario un acto de fe perfecto previo al Bautismo. Una persona con síndrome de Down puede ser bautizada, aunque no pueda hacer una profesión de fe. En casos comunes, si bien el niño no puede pedir ni responder por su fe, el padrino lo hace en nombre del niño (CEC 1253). No bautizar a un niño indica que los padres no están dispuestos a transmitirle su fe a su hijo. Una actitud así sólo puede nacer de padres que no creen verdaderamente lo que profesan o que no consideran su fe como un don inmensurable. 

Los padres que bautizan a sus hijos recién nacidos aceptan la misión de educarlos en su propia fe. Algunas preguntas sensatas que pueden ayudar: 

Si mi hijo recién nacido nace con una enfermedad, ¿le niego la medicina argumentando que no es consciente de estar recibiéndola? ¿Diría que sería mejor esperar a que tenga suficiente uso de razón? Y si, por otro lado, alguien le regala algo hermoso o le quiere dar su herencia a mi hijo ¿me niego a que la reciba porque aún no es mayor? ¿No sería lo más sensato y justo que lo reciba y que, tiempo después, si él no está de acuerdo, lo rechace? Querer regalarle algo a alguien amado, ¿es una imposición? El pertenecer a Cristo marca nuestra naturaleza. 

Después de ser bautizados ha habido un cambio sustancial en nuestras vidas. Somos "otros", si puede hablarse así. Pertenecer al Pueblo de Dios, a la Iglesia de Jesucristo, nos hace distintos de las personas que no lo son. Ser hijo de Dios no es un dato cualquiera añadido sin consecuencias. Ser hijo de Dios por el Bautismo es un don inmenso y es una responsabilidad que asumen los padres, y que luego delegarán a su hijo. Jesucristo dijo claramente a Nicodemo: «Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3, 5). Jesucristo no excluye a nadie; todos necesitan del Bautismo. Si un niño no está bautizado, no es nacido del Espíritu. 

El Bautismo en la Iglesia no es el bautismo de Juan. Por ello, que el Señor haya sido bautizado por Juan en un río, no significa que debamos hacerlo así. Porque Cristo recibió el Bautismo de Juan, que era un bautismo de penitencia, nosotros en cambio, recibimos el Bautismo de Cristo, en fuego y Espíritu. Por eso somos "cristianos" y no "bautistas". Y por eso los católicos bautizamos no como el Bautista lo hacía, sino como Cristo manda: «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).

¿Qué sucede con los niños que mueren sin haber sido bautizados?

Un niño recién nacido tiene pecado, pues todos hemos heredado el pecado de Adán. Sin embargo, los niños que mueren sin ser bautizados son confiados a la misericordia de Dios. La Iglesia los confía a la misericordia de Dios «que quiere que todos los hombres se salven» (1Tim 2, 4) y a la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis» (Mc 10, 14). Esto nos permite confiar en que hay un camino de salvación para los niños que mueren sin el Bautismo. Pero si podemos tener la seguridad de salvar a un niño y no sólo eso, sino hacerlo partícipe de la vida misma de Cristo, no tiene sentido esperar y privarlo de todo ello.