Octavo Día de la Novena a San Agustín sobre la Fe

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Octavo Día

“ Profesar la fe en la Trinidad equivale a creer en un solo Dios que es Amor .”(Benedicto XVI, Porta Fidei 1)

Lectura Bíblica: Mt. 13, 31-35.

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas. Les dijo otra parábola: El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: “Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.

Reflexión de San Agustín: Sermón 90,8

Sólo tiene valor la je que obra por la caridad. ¿Qué fe, pues? ¿Cuál? La que obra por la caridad. Aunque tenga toda la ciencia, dice, y toda la je, de modo que traslade las montañas, si no tengo caridad, nada soy. Que su fe vaya acompañada del amor, pues no pueden tener amor sin fe. Esta es mi amonestación, mi exhortación; esto es lo que enseño a su caridad en el nombre del Señor: que su fe vaya acompañada del amor, porque es posible tener fe y carecer de amor. No les exhorto a que tengan fe, sino a que tengan amor. No pueden tener amor sin fe.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba... Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.