Martes 25 de Abril de 2017

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “No te asombres de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de lo alto”. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espí­ritu”. Respondió Nicodemo: “¿Cómo puede ser eso?”. Jesús le respondió: “Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna”.

Comentario:

Hoy el Señor le dice a Nicodemo: "tenéis que nacer de lo alto". Y ayer le dijo: "el que no nazca del agua y del Espí­ritu no puede entrar en el Reino de Dios". ¿A qué nacimiento se refiere Jesús? Está hablando de nuestro bautismo, que es un verdadero "nacer de nuevo". Es increí­ble cómo un signo tan sencillo como derramar agua sobre la cabeza de alguien, puede tener consecuencias tan grandes. Es el regalo inmenso de Dios. Por el bautismo pasamos de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, del destierro a ser hijos de Dios, miembros de su Cuerpo Mí­stico que es la Iglesia. Por eso nos convertimos en "criaturas nuevas", pasamos a ser hijos adoptivos de Dios, herederos del Reino. Es realmente una vida distinta, es la vida de la gracia. En eso consiste la salvación que Dios nos trae por el bautismo.

Esta salvación nos libra no sólo de las llamas del infierno, a los ojos de Dios parece que eso serí­a muy poco. Sino que además nos hace hijos, paga nuestras deudas impagables y además nos hace herederos. Pasamos de ser condenados, a ser hijos del Reino. ¿Eso no es acaso una vida realmente nueva? ¿No habla de nuestra dignidad de cristianos? Es la vida verdadera que nos regala el Señor.

P. Juan José Paniagua