La edad de la amistad íntima (7 a 12 años)

"Es mi mejor amigo", será una frase que comenzaremos a escuchar muy a menudo. Pronto no oiremos hablar más que de Marcos o de Rocío y, en seguida, le tendremos durmiendo en casa alguna noche que otra. Bueno, es un decir, porque se pasarán varias horas hablando de sus mil cosas.

Tener un amigo es siempre tener un tesoro, pero encontrar un amigo íntimo en la infancia hace que el valor de esta relación se incremente en muchos quilates.

Alrededor de los ocho años, los amigos "íntimos" o "especiales" comenzarán a desempeñar un papel importante.

Ahora, con el nacimiento de su intimidad y su apertura al mundo exterior, la relación con los amigos del colegio y de la zona será más personal e íntima.

Tenderá a formar grupos de amigos de su mismo sexo, pero muy probablemente congenie especialmente con uno: su mejor amigo.

Cuenta conmigo

A estas edades, un amigo íntimo proporciona una seguridad adicional a la que nuestro hijo encuentra en casa. Comprobará que en la calle, en el colegio, también puede encontrar personas de las que fiarse: su mejor amigo. Así, crecerá confiado, seguro y equilibrado. Al apoyarse uno a otro, su autoestima (la de los dos) se verá incrementada.

El gran argumento que le llenará de satisfacción será "es mi mejor amigo". Como puede contar con su amigo íntimo, nuestro hijo será capaz de comportarse de maneras insospechadas en el colegio o en la calle. Sin embargo, delante de los padres o en casa parecerá un angelito.

"¡No es posible que mi hijo...!", podrá escapársenos. Sin embargo, sí es posible, porque con su amigo puede llegar hasta el fin del mundo. Se trata de un paso lógico y bueno en su proceso de autonomía con respecto a los padres.

Un amigo: un espejo

Al amigo íntimo se confían todo tipo de secretos, de anhelos, de aficiones, de primeros amores, de sueños, de enfados... Y el modo de asimilar todas estas situaciones dependerá mucho de la opinión del amigo y de su experiencia.

Un buen amigo íntimo puede ayudarle a pensar siempre bien de los demás, a pensar siempre con optimismo ("lo conseguiremos"), etc. Pero por la misma razón, también puede deformarle si no hace más que criticar a sus compañeros o si echa abajo todos los sueños del amigo.

Amplitud de miras

Una amistad íntima es, en principio, beneficiosa para nuestro hijo. Pero si se lleva hacia alguno de sus extremos, puede tener algún efecto negativo.

Por ejemplo, si en esa amistad se llega a un grado tal de intensidad que se cierren en su mundo y no se abran, justo lo contrario de lo que debería conseguir.

Así se convertirían en poco sociales y no tendrían amigos en clase, irían siempre juntos sin comprobar la riqueza que pueden aportar otros amigos distintos. En vez de ampliar su radio de acción, una amistad íntima mal entendida puede llegar a constreñir su visión del mundo.

Personalidades distintas

También puede ocurrir que en esa relación de amistad íntima se produzca un desequilibrio de personalidades... en el que puede salir perjudicado nuestro hijo.

Cuando el carácter, los puntos de vista, el empuje, etc. de los dos chicos o chicas es fuerte, aunque con sus peculiaridades, no hay problema alguno. Al revés, se van limando aristas, aprenden a ceder, lo mismo que a llevar adelante lo que se proponen.

Resulta problemático, por el contrario, cuando uno de los dos tiene una personalidad débil, pues (sin mala fe por ninguna parte) puede acabar dominado, sin poder desarrollar su iniciativa, anulada su personalidad.

Siempre hará lo que el otro le diga, seguirá ciegamente a su amigo, etc. Y esto es igual de negativo si nuestro hijo tiene vena de dominador y encuentra una víctima ideal en su amigo íntimo: no sabrá compartir, trabajar en equipo... sino tiranizar.

¿Un tesoro?

Quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Pero quizá habría que glosar un poco más esta afirmación: Es quien tiene un buen amigo, el que tiene un tesoro; el otro, el que cuenta con uno malo, tiene un enemigo dentro de casa.

Si se trata de un buen chico, ambos se apoyarán y empujarán para portarse bien y, aunque hagan travesuras, se desarrollarán adecuadamente. Pero, por el mismo motivo, también es más fácil portarse mal si el amigo tiene malas inclinaciones.

Las conversaciones periódicas con el profesor de nuestro hijo no sólo deben tratar sobre el rendimiento académico; también hay que preguntar cuántos amigos tiene, cuál y cómo es su mejor amigo, si domina a los demás chicos o, al contrario, es dominador...

Tenga o no un amigo íntimo podemos procurar que se relacione con más gente. Por ejemplo, ilusionándoles con alguna actividad extraescolar, deporte de equipo etc. donde encontrará más amigos. Deberán ser actividades más colectivas que individuales, para que se interrelacione.

A estas edades, pasar la noche en casa del mejor amigo es una de las experiencias más atractivas. No debe darnos miedo dejarle: sólo hay que controlar que se porte bien y que no se convierta en demasiado habitual.

Papel de los padres

Una relación de amistad especialmente íntima puede ayudar mucho a nuestro hijo, siempre que no se convierta en exclusiva. Preguntando a sus profesores del colegio, hablando con él, invitando a sus amigos a casa de vez en cuando... podremos ir conociendo como desarrolla sus amistades.

Otra gran fuente de información son los padres del otro chico, para actuar conjuntamente si es necesario. Nosotros conocemos a nuestro hijo y sabemos si puede existir un desequilibrio de personalidades pernicioso, en cualquiera de los dos sentidos, pues salen perdiendo ambos amigos.

La amistad no es ni dominio ni sumisión. Si así ocurre, o si el ejemplo del amigo resulta pernicioso, habrá que procurar cortar esa relación a tiempo.

Del mismo modo, deberemos estar muy atentos al tipo de amigos de nuestro hijo. Ya sabemos que tiene que relacionarse con mucha gente distinta, pero debemos estar atentos a aquellos que cercanos a su intimidad sean buenos chicos.

Actuar en positivo

Si se da alguno de estos problemas con los amigos íntimos, hay que actuar, aunque habrá que proceder de una manera delicada e indirecta.

No podemos oponernos frontalmente porque podríamos conseguir que nuestro hijo se rebele ante lo que considera injusto bajo su punto de vista.

Al contrario, con cintura y mano izquierda podemos llegar a ser más eficaces. Por ejemplo, ofreciéndole alternativas más atractivas que irse con su amigo; relacionarse más con los primos y familiares; ponerle en un grupo de trabajo distinto de clase; organizar fiestas...

En varios casos, a los padres no les ha quedado más remedio que actuar con contundencia, separando de clases, incluso de colegios, a sus hijos.

Aunque al principio esta separación sea algo traumática, enseguida se comprueba que era necesaria y beneficiosa. En poco tiempo hacen más amigos y entienden, en la práctica, los peligros de una amistad demasiado exclusivista.

A lo largo de su vida, chicos y chicas han de cultivar la amistad con personas distintas y les costará más si ahora se aíslan con su amigo íntimo.

La solución no reside siempre en cortar por lo sano esa relación de intimidad cuando puede ser perjudicial. A veces es mejor fomentar amistades paralelas, fuera de la exclusividad del amigo íntimo. Lo importante es que aprovechen todas las oportunidades de una buena amistad...

¿Varios amigos íntimos?

No es imprescindible que nuestro hijo tenga un amigo íntimo. Todo depende de cada uno. Lo que resulta básico es que cuente con varios amigos, mejor si se trata de "buenos amigos".

Si nuestro hijo está integrado en el colegio y en el vecindario, si tiene tres o cuatro amigos con los que puede contar, aunque ninguno al que pueda llamársele íntimo... no hay que actuar, sino cuidar, como es normal, de que sean amigos convenientes.

Sin embargo, si nuestro hijo no esté realmente integrado en los círculos normales, en este caso, un amigo íntimo puede ayudarle. Pero el objetivo es que tenga amigos, no sólo uno especial: lo importante es una amistad enriquecedora.


Por: Ignacio Iturbe. Revista Hacer Familia. 
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