Jueves 25 de Mayo de 2017

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”. Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: “¿Qué es eso que nos dice: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver” y “Me voy al Padre”?”. Y decían: “¿Qué es ese “poco”? No sabemos lo que quiere decir”. Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: “¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: “Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?”. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo”.

Comentario:

Este Evangelio nos presenta dos realidades que en un principio nos pueden parecer muy contrastantes. Por un lado Jesús se está despidiendo, les dice que ya no lo verán. Es la despedida del amigo, está próxima la hora de su muerte, es un momento triste. Sin embargo ¿de qué les termina hablando? De la alegría. Porque les dice a continuación: "Pero dentro de otro poco me volveréis a ver". Les está hablando de la alegría de su resurrección.

A veces nos puede ocurrir algo parecido. Cuando pasamos por esos momentos difíciles de la vida todo se nos tiñe de gris. Y nos suele ocurrir que cuando estamos en el capítulo dramático de la película, pensamos que la película entera es así, pero en realidad es sólo un episodio, la película tiene un final distinto. Cuando vemos los momentos difíciles desde los ojos de Dios siempre hay esperanza. Por eso nos dice el Señor al final del Evangelio: "pero vuestra tristeza se convertirá en gozo". Y en otro pasaje: "y vuestra alegría será plena". Eso quiere Jesús de nosotros, que seamos alegres! La vida cristiana no son sólo sacrificios, renuncias y negaciones. Así nadie se anima. La vida cristiana está llena de esperanza y si bien hay momentos de dolor, estos no son incompatibles con la alegría profunda, la de saber que a pesar de todo estamos con Dios, que es fiel y que cumple sus promesas.

El Papa Francisco se ha referido en muchas ocasiones a esto, nos ha dicho que si un cristiano no es alegre, algo está mal en él. La alegría de estar con Cristo contagia, irradia a los demás. Y la alegría que Cristo nos ofrece no se reduce simplemente a poseer bienestar o comodidad. No es la alegría de estar cómodos en una hamaca sin problemas que preocuparse, esa es la alegría pasajera del mundo. La de Cristo es la alegría que perdura, que se logra con la lucha, con el amor vivido día a día, viviendo el servicio, estando unidos a Cristo. Es la alegría que nadie nos puede quitar.

P. Juan José Paniagua