El Rosario, escuela de oración contemplativa

Por Monseñor Florian Kolfhaus
18 de de octubre de, 2016 / 10:14

Como he recibido muchos comentarios positivos sobre la contribución publicada hace quince días sobre el Rosario, - y como estamos a mediados de octubre, ¡mes del Rosario!- quiero nuevamente presentar siete consejos; esta vez buscando poder aprender a rezar interiormente sujetando el cordón de cuentas en la mano. Suena paradójico: precisamente porque si bien en el Rosario se dicen muchas palabras, se trata de una oración en la que el corazón, en silencio, es capaz de contemplar y amar de manera asombrosa.

El Rosario - ¡algo muy fácil!

Es interesante que la Madre de Jesús en Lourdes, Fátima y otros santuarios recomiende repetidamente el rezo del Rosario y que no invite a rezar el oficio divino, ni a hacer lectura espiritual, o a tener adoración eucarística, o a practicar oración interior u oración mental. Todas las mencionadas formas de rezar son buenas, reconocidas por la Iglesia y practicadas por muchos santos. ¿Por qué María "sólo" nos coloca el Rosario en el corazón? Una posible respuesta la dan los videntes, a quienes la Madre de Dios se apareció en Lourdes y Fátima. Siempre fue, por otra parte, a niños de muy poca instrucción, que no podían siquiera leer o escribir de manera correcta.  El Rosario era para ellos la escuela adecuada para aprender a rezar bien, pues cuenta tras cuenta, nos va conduciendo de la oración vocal, pasando por la meditación, hacia la contemplación. Con el Rosario, toda persona que se deja conducir por María, puede llegar a la oración interior, sin necesidad de algún tipo de técnica especial o de prácticas complicadas. Esto no quiere decir – y deseo acentuarlo nuevamente hoy - que el rezo del Rosario sea para “bobos” o para personas de pensamiento muy simple. Incluso los catedráticos de una universidad deben ser ante Dios como los niños, que en sus oraciones son siempre sencillos y sinceros, siempre llenos de confianza, rezando desde adentro. Precisamente, a muchos hombres pensantes los ayuda el Rosario a que, con labios y cabeza ocupados, se les vaya abriendo el corazón para la contemplación, y luego así poder repetir –al modo de los niños o amantes enamorados- un simple “¡que hermoso eres! “a modo de cumplido, o un pedido suplicante “¡Ayúdame!” o un sincero agradecimiento “¡Qué sería sin Ti!” ¿Cómo se consigue esto?

La verdadera mística es - como la buena música – ejecución virtuosa

Las experiencias místicas - no en el sentido de acontecimientos extraordinarios, de aquellos que uno no puede hacer ni le cabe desear – no están reservadas a unos pocos religiosos. Todo cristiano puede llegar a un modo de oración interior, que le permita experimentar la cercanía de Dios y reconocer su acción en la propia vida. La verdadera mística tiene como resultado buenas obras –y esta actitud de oración puede y debe ser buscada por todo cristiano.

Tal vez podamos comparar el rezo del Rosario con tocar la guitarra. En primer lugar, como dijimos, están las oraciones vocales: el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria. Se trata de las oraciones centrales del cristiano, que casi en su totalidad, por así decirlo, nos vienen del cielo, puesto que las encontramos en los textos inspirados de las Sagradas Escrituras, por lo menos en el caso del Padrenuestro y la primera parte del Avemaría. Luego viene frecuentemente una oración dirigida a Jesús, que la Virgen reveló en Fátima y que deseaba se rece como conclusión de cada decena. El rezo de estas oraciones se compara a la mano derecha al tocar la guitarra, que va marcando el ritmo sobre las cuerdas.

Rezar en tonalidad mayor y menor

"Tran, tran, tran” no es ninguna música. Quien piensa que el rezo del Rosario es sólo una oración vocal -o peor aún un paporreteo de una serie de palabras – sería como quien solo rasguea la guitarra y cree que se trata de una verdadera canción. Para tocar guitarra además del ritmo se necesitan las tonalidades, que se tocan con la mano izquierda. Así también es en el rezo del Rosario. Las oraciones vocales forman el marco para la meditación de los Misterios. Así como al tocar guitarra la mano izquierda produce acordes mayores y menores, así también conocemos los misterios gozosos de la infancia de Jesús, los dolorosos de su pasión y muerte y los gloriosos de su resurrección y ascensión a la gloria. Siempre hay esos cinco acordes al ritmo de la repetición de las oraciones, que van haciendo pasar por nuestra mirada las vidas de Jesús y María. Con la meditación vamos reflexionando lo que sucede en cada Misterio y lo que significa para nuestras vidas.

En Nazaret el Hijo de Dios se encarna en María, en la Santa Comunión ¡viene también Él hasta mí!…en Getsemaní Jesús suda sangre. El padece y se angustia, y sin embargo sus amigos se quedan dormidos. ¿Permanezco yo en vigilia con Él o los ojos se me cierran por el cansancio?...En la mañana de pascua Jesús resucita y surge del sepulcro. El primer día de la creación trajo la luz. El primer día de la semana Jesús venció a la muerte y nos regalado la vida. Él puede convertir las oscuridades de mi vida en luz…Nuestra oración comienza a volverse música –es decir, ya no es más monótona y aburrida, sino que ahora está llena de imágenes y pensamientos- y cuando la gracia de Dios lo concede- se llena también de iluminaciones e inspiraciones sobrenaturales.  Las manos derecha e izquierda al tocar guitarra producen el ritmo y los acordes – estos son en el rezo del Rosario la oración vocal y la meditación, la boca y el entendimiento.

Todo el que ama canta

Falta algo aún para que sea realmente una buena música, para que sea una oración más profunda e íntima aún: la melodía que canta el corazón. Al tocar guitarra se necesita también de la voz que interpreta la canción. Al rezo del Rosario le corresponde también el canto del propio corazón–que al compás de las oraciones y las meditaciones- coloca la propia vida delante de Dios.  Fruto de la reflexión y del meditar llega un permanecer con el Señor, estarse con el Señor – en gratitud o en petición, alabanza o contrición, alegría infantil o decisión apostólica. Es este canto del corazón el que va modulando los misterios del Rosario. Tú te dejaste conducir por María hasta Isabel. – Quédate en mi corazón y permíteme ser un portador de Cristo, pues ¡soy también un tabernáculo vivo! toda vez que te recibo en la Eucaristía... Por mi causa has sido flagelado. Yo te he golpeado –una y otra vez. ¡Perdóname!...Has ascendido a los cielos, Señor. Tengo ansias de Ti, tengo ansias por tu reino, mi verdadera patria…En la contemplación quien reza va viendo pasar los misterios ante sus ojos, y al mismo tiempo permanece en determinados afectos o mociones del corazón ante Dios. Quien reza canta el canto de su propia vida, en el cual naturalmente se deben y pueden ir suscitando deseos muy concretos: Tú quisiste ser hijo de una Madre humana – ¡ayuda a mi madre enferma! …Fuiste coronado de espinas –ayúdame en esta dificultad financiera, que no me puedo quitar de la cabeza…Tu enviaste a tu Espíritu – sin Ti no tengo el valor ni la fuerza para tomar una buena decisión.

7 consejos concretos para "avanzados"

Los siguientes consejos, pensados para todos los que rezan el rosario individualmente, pueden ayudar a llegar desde la oración vocal, pasando por la meditación, hasta la contemplación interior.  Es el inicio del camino hacia el “castillo del alma” en cuyo interior, dice Santa Teresa, habita Jesús. Cuenta a cuenta, paso a paso, –esto es, con paciencia, confianza y decisión – todos pueden llegar cada más cerca al Rey del palacio de la propia alma. El tiempo que le dediquemos a Él es el más valioso.

1) Tomarse el tiempo

Nuestra agenda está llena de citas. Más o menos conscientemente planeamos también el tiempo que vamos a necesitar para cada tarea o cita. De vez en cuando es bueno reservar de 20 a 30 minutos para rezar el Rosario y ponerlo por escrito en la agenda.  Esta cita con Jesús y María es entonces tan importante como todas las otras planeadas. Esta cita me reserva sobre todo a mí mismo un espacio en el cual no tengo nada que hacer sino solamente amar. A todos nos es posible separar un tiempo para rezar el Rosario, al comienzo una, dos o tres veces semanales. Con el tiempo –y esta es la meta- se hará más fácil encontrar un tiempo para rezar el Rosario diariamente.

2) Darse el tiempo

Es de las personas enamoradas de quienes una y otra vez podemos aprender a rezar bien. En una romántica cena a luz de vela, nadie estaría mirando continuamente el reloj, ni atragantándose la comida, ni dejando de lado el postre para acabar lo más rápido posible. Así es, incluso cuando uno se demorase toda una hora para beberse a sorbitos un aperitivo, con tal de tener la oportunidad de disfrutar al máximo el estar juntos, sería aquella una velada formidable.  Así también el rezo del Rosario, no se debe realizar como si fueran “50 avemarías que tengo que lograr”, al modo de un levantador de pesas frente a la pesa. Puedo quedarme dándole vueltas a un pensamiento. Puedo bien interrumpirlo. Puedo, principalmente al inicio, simplemente estar tranquilo.  Y si llevo esto en cuenta durante la oración – es decir, tranquilizarme y tomar consciencia de cuán importante es la cita que tengo en este momento – durante los 20 a 30 minutos que toma, entonces habré rezado bien. Así es, habrá sido una buena oración, porque mi voluntad ha estado centrada en dar gusto al Amado y no a mí mismo.

3) Saborear el tiempo

San Ignacio recomendaba la así llamada “tercera forma de oración”, que consiste en ajustar las palabras al ritmo de la propia respiración. Muchas veces es suficiente en el rezo del Rosario hacer una breve pausa entre los misterios y nuevamente tomar consciencia, que Jesús y María me miran llenos de alegría y amor; reconocer agradecido, que no tengo que hacer nada y como niño pequeño,  balbucear palabras a cada tanto apenas para de algún modo afirmar que amo a Dios. Para ello puede ser útil, respirar de dos a tres veces, antes de retomar la oración vocal.

4) El tiempo para miradas llenas de amor

Las oraciones vocales del Rosario proporcionan “sólo” el ritmo de la oración. Con mis pensamientos puedo y debo salirme del ritmo para encontrar el Misterio que está siendo contemplado. Sólo en alemán se le añade el misterio a cada avemaría; en otros idiomas se enuncia el misterio apenas al inicio de la decena. Esta repetición es increíblemente útil, pues a cada momento se topa uno con lo esencial. Se trata –como entenderán mejor los que se aman- de mirar a la persona amada a los ojos y dejarse mirar por sus ojos llenos de amor.

5) El tiempo del asombro 

Uno de los primeros y más importantes pasos para la oración interior es el ir del pensamiento y la especulación hacia el mirar y el quedar asombrado. Cuando los amantes se encuentran, no es para planificar lo que se regalarán mutuamente o lo que podrían hacer en las próximas vacaciones, sino para disfrutar el tiempo juntos y alegrarse el uno al otro. Ver el álbum de fotos familiar es muy distinto a ver un libro de historia. En el primero vemos personas que nos son importantes, que amamos – y más aún- ¡que nos aman! Así debe ser nuestro mirar a Jesús y María.

6) Ojos cerrados, ojos abiertos – el tiempo para el camarógrafo interior

Algunas personas cierran los ojos para concentrarse y así poder rezar mejor.  Eso puede resultar útil, aunque a menudo es suficiente en la oración mantener la mirada fija y no estar mirando alrededor. De cualquier forma, lo importante es que los ojos del corazón estén abiertos. El rezo del Rosario es como ir al cine. Se trata de ver imágenes. Resulta útil preguntarse qué, a quién, dónde miro cuando contemplo el nacimiento de Jesús, o su crucifixión, o su ascensión a los cielos. Y en algunas ocasiones, tal cual hace un buen camarógrafo, hacer un acercamiento de un detalle y contemplarlo ampliado: la tibia respiración del buey que da calor al Niño, la mano traspasada de Jesús que tanto amor distribuyó, las lágrimas en los ojos de Juan, que contempla al Señor subiendo a los cielos.

7) El tiempo para la boca, la cabeza y el corazón.

Las palabras acompañan, la cabeza abre, pero es el corazón el que domina la oración. Todos los grandes autores espirituales coinciden en que la oración interior se trata de permanecer en los afectos, esto es, los sentimientos y mociones interiores. Teresa de Ávila dice muy sencillamente: “¡No pensar mucho, amar mucho!” Una señora de edad se me quejaba con dolor que no podía reflexionar durante su rezo diario del Rosario, y que en esa situación siempre decía apenas, “¡Jesús, María, yo los amo!” – yo felicité a la señora. Precisamente a eso es a lo que nos debe conducir el rezo del Rosario.