Domingo 5 de febrero de 2017

Hoy Jesús nos ha dicho que tenemos que ser luz del mundo y sal de la tierra. Porque nuestra misión nos es quedarnos mirándonos a nosotros mismos, no es alegrarnos sólo porque nuestra luz es muy linda y qué orgullo o nuestra sal muy buena. No. Tenemos que salir! Nuestra misión es salir de nosotros y compartir con el mundo el tesoro que hemos recibido. Impregnar, contagiar el mundo con la presencia de Jesús, con el sabor de Cristo. Es decir, darle vida al mundo!

Pero no es fácil llevar la luz de Cristo, porque cuando estás en un mundo lleno de oscuridad la luz molesta, incomoda, irrita. Incluso te piden: apaga esa luz, que me molesta! Llevar la luz de Cristo al mundo, no es fácil. Significa ir en contra de la corriente. El mundo hoy en día quisiera una Iglesia que no moleste tanto, una Iglesia light, que no choque, que deje a todo el mundo tranquilo, que se calle con su mensaje incómodo. Si no somos valientes, si cedemos al mundo, si nos callamos, es porque nos hemos apagado, nos hemos acomodado al mundo, nos hemos vuelto insípidos, sin sabor, y no hacemos diferencia.