Anunciando la Buena Nueva a un Nuevo Milenio

Los Nuevos Medios y la Tarea de la Evangelización

Excelentísimo Monseñor John P. Foley
Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales

Regis University, Denver
25 de marzo de 1998

Excelentísimo Monseñor Chaput, hermanos y hermanas en Cristo:

Primero, quiero expresar mi gratitud a Ud., Mons. Chaput, y a los miembros de su equipo por haber concebido y organizado este congreso. Hemos pensado muchas veces en el Vaticano sobre lo oportuno de este congreso -- pero, saturados de trabajo como está nuestro reducido equipo con las tareas de cada día, especialmente saliendo al encuentro de los medios del mundo, estuvimos a la búsqueda de un socio deseoso y un lugar adecuado -- y hemos encontrado ambos en la Arquidiócesis de Denver. Estamos profundamente agradecidos por lo que Ud. y sus colaboradores han hecho.

En segundo lugar, quisiera señalar lo apropiado que es tener la introducción de este Congreso el 25 de marzo, Fiesta de la Anunciación, el día en el que el Arcángel Gabriel le anunció a María que sería la Madre de Dios. Ésa fue la comunicación de una verdadera buena noticia.

Sin embargo, hubo más que la comunicación de una buena noticia aquel día. Como bien sabe Mons. Chaput, en el piso de la Basílica de la Anunciación en Nazaret están inscritas en metal estas bellas palabras: "Hic Verbum caro factum est" -- "Aquí la Palabra se hizo carne". Cuando el Arcángel anunció la Buena Nueva a María y cuando ella dijo: "Hágase en mí según tu palabra" -- la Palabra se hizo carne en su vientre por el poder del Espíritu Santo.

Francamente, pienso que este día es el más significativo de todas las fiestas cristianas, en efecto, el más importante del calendario, porque es el día en que la Palabra se hizo carne, el día en que Dios entró en la historia humana de manera totalmente directa y se hizo hombre. Mientras celebramos la Navidad más solemnemente, el milagro fundamental de la Encarnación tuvo lugar en este día-- y el próximo año será el 2000 aniversario de este evento. Qué buena noticia para anunciar al nuevo milenio-- las noticias que hacen de cada fecha que escribimos, un acto de fe -- 25 de Marzo de 1998, Anno Domini, el Año del Señor, porque es medido desde el momento en que Dios se hizo hombre.

Fui informado antes de venir que esta sesión pública pre-congreso se realizaría en Regis University.

Me alegró mucho, porque soy exalumno de una institución jesuita hermana en Philadelphia, St. Joseph's University.

Ésta es mi segunda visita a Regis. Estuve aquí en 1959 como seminarista durante un viaje a través de los Estados Unidos con otros dos seminaristas. Nos quedamos dos noches en Denver -- una en el Seminario St. Thomas y la otra en el entonces Regis College. Fuimos recibidos de manera muy hospitalaria y generosa-- y yo permanezco muy agradecido. Yo escribí una nota de agradecimiento en aquella ocasión -- pero también puedo decir casi cuarenta años después, "¡Gracias! Fui extranjero y me recibisteis".

Durante los últimos años, he releído el excelente libro de Willa Cather "Llega la muerte para el Arzobispo" y he leído la gran biografía "Lamy" de Paul Horgan. Aunque esos libros tratan principalmente de Nuevo Mexico, también -- especialmente el libro de Horgan -- trata sobre Colorado, que fue parte de la diócesis de Santa Fe.

Menciono estos dos libros porque evidencian las dificultades de las comunicaciones en el siglo XIX. Cuando Mons. Lamy vino a Santa Fe, le tomó meses llegar a la ciudad de su sede desde la Costa Este. Más tarde comentaría la gran diferencia que el tren produjo.

Mons. Macheboeuf, el primer obispo de Denver y durante mucho tiempo vicario del Arzobispo Lamy, habló sobre las dificultades de servir su montañosa diócesis y de llegar a los pueblos más lejanos a lomo de caballo o en carreta.

Tanto el Arzobispo Lamy como Mons. Macheboeuf sobre cuánto tomaba a los documentos llegar de Roma o incluso desde México.

Olvidamos con demasiada facilidad, y ciertamente con demasiada facilidad damos por asumido el gran progreso producido en el transporte en los últimos 150 años y en comunicaciones en los últimos 75 años.

Aunque se me ha pedido que hable sobre el nuevo milenio, sólo puedo decir de paso que sólo Dios sabe lo que nos deparará. Traerá muchas cosas buenas; también traerá problemas.

Miremos ahora, a la vera del nuevo milenio, cómo podemos usar los medios que tenemos a nuestra disposición para anunciar la buena nueva al mundo.

Primero, confieso que fui por muchos años editor -- y que creo en el medio impreso. El primer libro impreso con la imprenta de tipos movibles fue la Biblia-- y sigo convencido de que el mundo impreso sigue siendo válido para la referencia, la reflexión, por la relativa facilidad de acceso y portabilidad -- a pesar de saber que estas ventajas próximamente serán accesibles por computadoras de mano con enlaces electrónicos y CD-ROMs. En efecto, he traído conmigo un CD-ROM recientemente publicado por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, con todos los documentos de la Iglesia Católica sobre el tema de las comunicaciones desde el año 1936. Aunque no creo que ustedes podrán leerlo en el tren o el bus camino al trabajo, ese día está llegando -- y, para los más avanzados, ya ha llegado indudablemente.

De paso, dije que durante muchos años fui editor. Cuando comencé, la imprenta no era muy diferente de lo que había sido en el tiempo de Gutemberg. Había habido un paso adelante con el linotipo, que inyectaba plomo caliente en matrices para formar una sola línea sólida -- y ésa fue la tencología con la que yo trabajé poco menos de treinta años: pesadas bandejas de tipo que eran encerradas en formatos de página de las que se hacía un molde, de la que luego se hacía un plato semi-circular que era colocado en la prensa. Era un proceso lento, sucio, tedioso y caro -- ¡pero era más rápido que cientos de monjes en un scriptorium copiando manuscritos!

Por ello, incluso en lo que podríamos llamar el medio impreso, ha habido una revolución -- y esa revolución quizás ha hecho más poderosa y accesible la palabra escrita para informar, formar, educar e inspirar.

Cuando se inventó el telégrafo, la gente pensó que era maravilloso -- y los postes de telégrafo acompañaron las líneas de ferrcarril a lo largo de los Estados Unidos. De paso, el Vaticano parece ser una de las últimas entidades en la faz de la tierra que todavía envía telegramas; una vez, cuando estaba visitando Philadelphia, trataron de contactarme por telegrama -- ¡el telegrama fue a Texas y de allí por correo a Philadelphia! ¡Demasiado como comunicación rápida!

Hace un siglo, la radio no existía y ahora existe en muchas formas. De paso, Guglielmo Marconi trabajó con el Papa Pío XI para establecer Radio Vaticano.

La televisión realmente comenzó a despegar hace 50 años -- después de la Segunda Guerra Mundial , y ahora no sólo tenemos señal de televisión transmitida por vía terrestere, sino televisión por cable, cable de fibra óptica, satélites de transmisión directa. De paso, el Vaticano fue uno de los primeros trece signatarios del tratado Intelsat -- y todavía usamos Intelsat para la transmisión mundial de algunas ceremonias pontificias.

La revolución informática, por supuesto, ha sido enorme. Recuerdo cuando fue considerado de avanzada cuando el Concilio Vaticano II usó máquinas que leían las marcas de lápices en cartas para contar los votos de más de 2,000 obispos presentes.

Yo soy de Philadelphia, donde la primera Univac fue instalada en la Universidad de Pennsylvania -- una máquina gigante que llenaba un cuarto con muchos tubos al vacío y que generaba un intenso calor, y todo con una memoria menor que el de la computadora que uno puede llevar hoy en un bolsillo.

Recuerdo todavía cuando "hardware" significaba martillos y clavos y cuando "softwear" (deletreado un poco diferente al programa de una computadora -software-) significaba ropa cómoda de noche. De todo esto, hemos avanzado a Internet, donde literalmente tenemos el mundo en la punta de los dedos.

Recuerdo mi sorpresa cuando estaba manejando en Alemania hace dos años y una computadora de a bordo conectada a un satélite me daba direcciones audibles y por un mapa en una pantalla de la dirección exacta que estaba buscando.

Evidentemente no hay duda que a través de un medio masivo tendremos la posibilidad y de hecho podemos poner al alcance mensajes individualizados.

¿Qué significa todo esto para la Evangelización?

Primero, el mensaje de Jesucristo sigue siendo el mismo. El reto es presentarlo imaginativa, creativa y poderosamente y hacerlo audible y visible en medio de la miríada de distracciones que saturan nuestras vidas a través de los multi-medios.

Segundo, todos los medios de comunicación son en sí mismos buenos, en la medida en que son descubrimientos humanos por Dios en su creación, o por lo menos indiferentes, en cuanto que son medios que pueden transmitir distinto tipo de mensajes -- buenos o malos.

Tercero, aparte de su valor de comunicación, hay una realidad interior a los nuevos medios de comunicación. Ellos crean una nueva realidad de presencia -- la presencia de una persona a otra en otra parte del mundo; la presencia de un tiempo a otro, al hacer disponible grabaciones visuales y de audio de otras eras. Nosotros estamos viendo el desarrollo de algo que viene siendo llamado realidad virtual, pero es una realidad. No es inconcebible que seremos capaces de mantener una conversación con alguien que está aparentemente sentado en una silla cerca de nosotros cuando esa persona está en realidad a medio mundo de distancia y su imagen está siendo proyectada para nuestra conversación.