Erika tuvo cinco embarazos de los cuales uno resultó ser anembriónico, es decir solo se desarrolló la placenta y no el embrión.
Sin embargo, "Dios tenía otros planes para mi familia", aseguró Erika, pues a sus 42 años y sin esperarlo quedó embarazada. Fue un embarazo de alto riesgo y a las 17 semanas el médico confirmó que el bebé tenía síndrome de Down. Les ofrecieron abortar pero ambos optaron por la vida.
"Durante todo el embarazo nos abandonamos en las manos de Dios y pedimos se cumpliera que su voluntad. En el fondo teníamos la esperanza que nuestra hija naciera sana, pero acogimos con amor la voluntad del Señor", relató.
Erika explicó que "por diversas circunstancias" a los padres les "cuesta aceptar la llegada de un bebé con alguna enfermedad o discapacidad". Pero cuando nació decidieron "amarla con todo nuestro corazón, sin hacer ninguna diferencia con nuestros otros hijos, los cuales también la acogieron con mucho amor".