Si la vida y nuestros actos nos pusieron en la oscuridad, tal vez no es para morir en ella, es para que iluminemos con nuestra fe y con nuestras ganas de cambiar, asimismo a muchos de nosotros la Palabra de Dios nos ha llevado a entender que los muros de nuestra cárcel espiritual fueron levantados por nosotros mismos, por nuestros vicios, por nuestras pasiones mal encausadas.
Esta experiencia nos convierte en seres pacientes y perseverantes. Estas dos grandes virtudes nos hacen excepcionales. Vamos a usarlas a nuestro favor, trabajemos en nosotros mismos. Que nuestro futuro se convierta en el proyecto de nuestras vidas. Fortalezcamos nuestro espíritu, que a donde vayamos, llevemos amor, de esta manera llevaremos a Dios, pues Dios es amor.
El día que me dieron mi sentencia alguien me dijo, ya no te preguntes más "¿Por qué estás aquí?" Mejor pregúntate "¿Para qué estás aquí?" Un día me encontraba triste de saberme lejos de casa sin mi hija ni mi familia y en mi interior pensé: "Yo acepto tu voluntad, Señor" y le dije: "Señor, sólo déjame ver que tus planes son mejores que los míos. Y fue justo entonces cuando encontré la respuesta de "¿Para qué estoy aquí?
Santo Padre, el único mérito que tengo para ser yo quien se dirige a Su Santidad es el uniforme que hoy porto como interna. En este centro de reinserción con una población mayor a 3 mil hombres y más de 200 mujeres, estoy segura que su visita será histórica, pues la visita que recibe un preso se convierte en el alimento que nos nutre de fe y esperanza de pronto regresar a casa y reencontrarnos con los nuestros.