Todos estos son pequeños elementos que pueden darles el apoyo necesario para no achicarse en los momentos de dificultad, sino para abrir una brecha de esperanza; brecha que les ayudará a poner en juego su creatividad y a encontrar nuevos caminos y espacios para responder a los problemas con el gusto de la solidaridad.
Estoy por terminar. Muchos de ustedes naciste bajo el signo de la paz, una paz trabajosa que pasó por momentos diversos, unos más luminosos y otros de prueba. La paz es un proceso que también ustedes están llamados a recorrer, tendiendo siempre vuestras manos especialmente a aquellos que están pasando en un momento de dificultad. ¡Grande es el poder de la mano tendida y de la amistad que se juega en lo concreto! Pienso en el sufrimiento de aquellos jóvenes que llegaron llenos de ilusiones en búsqueda de trabajo a la ciudad y hoy están sin techo, sin familia y que no encuentran una mano amiga. Este es el gesto de la mano tendida. Todos: gesto de la mano tendida.
Qué importante es que aprendamos a ser manos amigas y tendidas. Busquen crecer en la amistad también con los que piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre ustedes y se transforme en la mejor arma para transformar la historia.
Mano tendida que también nos recuerda la necesidad de comprometernos por el cuidado de nuestra casa común. Ustedes, sin lugar a dudas, fueron bendecidos con una belleza natural estupenda: bosques y ríos, valles y montañas y esas lindas playas.
Pero tristemente, hace pocos meses han sufrido el embate de dos ciclones, han visto las consecuencias del descalabro ecológico en el que vivimos. Muchos ya han aceptado el desafío imperioso de proteger nuestra casa común, y entre estos hay muchos jóvenes. Tenemos un desafío: proteger nuestra casa común. Este es un lindo sueño para cultivar juntos, como familia mozambiqueña, una linda lucha que los puede ayudar a mantenerse unidos. Estoy convencido de que ustedes pueden ser los artesanos de ese cambio tan necesario. Proteger nuestra casa común, una casa que es de todos y para todos.
Y permítanme decirles una última reflexión: Dios los ama, y en esa afirmación estamos de acuerdo todas las tradiciones religiosas. «Para Él realmente eres valioso, tú no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Porque te ama. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño. Tienes que confiar en el recuerdo de Dios [...], su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal. No quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor» (ibíd., 115).
Lo hacemos ahora juntos… -silencio-. Ese amor de Dios es sencillo, casi silencioso, discreto: no avasalla, no se impone, no es un amor estridente u ostentoso; es un «amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado» (ibíd., 116).
Sé que ustedes creen en ese amor que hace posible la reconciliación; porque creen en ese amor estoy seguro que tienen esperanza, y que no dejarán de andar con alegría los caminos de la paz.
Muchas gracias y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Que Dios los bendiga.