Urgen sacerdotes santos en los que nada oscurezca brillo de Dios, dice Cardenal Piacenza

Urgen sacerdotes santos en los que nada oscurezca brillo de Dios, dice Cardenal Piacenza
Cardenal Mauro Piacenza en Los Ángeles (foto Juan Martín Barajas)

En la homilía de la Misa que presidió el 4 de octubre por el día de San Francisco de Asís en la arquidiócesis de Los Ángeles, la más grande de Estados Unidos, el Prefecto de la Congregación para el Clero en el Vaticano, Cardenal Mauro Piacenza, señaló que el mundo de hoy necesita urgentemente sacerdotes santos en los que nada de lo humano pueda un día oscurecer la belleza y la fascinacion del Señor.

ACI Prensa da a conocer en esta nota algunos extractos de esta homilía y de otros tres discursos que pronunció el Cardenal Piacenza durante su estadía en la ciudad de Los Ángeles, adonde llegó para participar en la Convención Anual de ANSH (Asociación Nacional de Sacerdotes Hispanos), en los que meditó sobre la identidad del sacerdote, la centralidad de las Escrituras, la importancia vital de la Eucaristía, y la urgencia de la santidad.

En su homilía de la Misa que celebró en el Seminario Arquidiocesano, el Purpurado meditó sobre el ejemplo de San Francisco de Asís, quien "incendió el mundo de fervor misionero y reorientó la mirada y el corazón de los fieles hacia lo esencial: ¡Jesús de Nazareth, el Verbo eterno hecho Hombre, muerto y Resucitado!"

El Cardenal dijo que "la experiencia de la vocación es siempre la de una gran predilección, inmerecida, nunca fruto de esfuerzos humanos, sino don gratuito de la misericordia de Dios. En la vocación todos nosotros hemos sido ‘tomados por Cristo’, envueltos en su designio de amor, ¡abrazados en una historia que será eterna!"

"Esta inserción en la vida divina, iniciada en el santo bautismo, y para nosotros extraordinariamente renovada por la vocación sacerdotal, tiene el sabor de la totalidad. ¡Cristo lo da todo y lo pide todo!"

Esta entrega total del sacerdote, explicó, se da en la Cruz como muestra el ejemplo de la vida de San Francisco, cuyo memorial se celebra cotidianamente en la Eucaristía que debe ser "el verdadero centro de la vida de un seminario y de un seminarista".

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"Sin esta centralidad eucarística orante, que supera cualquier otro medio formativo, no hay auténtica formación sacerdotal. ¡Por eso es tan importante una auténtica y correcta vida litúrgica! El hombre de la Eucaristía se forma en la escuela de la Eucaristía".

Por ello, alentó, "debemos implorar con insistencia para cuantos se preparan hoy al Ministerio Sacerdotal aquella radicalidad y aquel fervor que tuvo San Francisco".

El Cardenal alentó luego a los seminaristas a vivir intensamente el tiempo de formación en el seminario, con mucho trabajo "a menudo fatigoso, sobre uno mismo, para que nada de nuestra humanidad pueda un día oscurecer la belleza y la fascinacion del Señor!"

El seminario, continuó, es el tiempo de la preparación de la Verdad, "no de las opiniones de un teólogo u otro, sino de la Verdad que Dios nos ha revelado sobre Sí mismo y que, en las diferentes épocas de la historia, permanece siempre inmutable, como Cristo, que es el mismo ayer, y hoy y siempre!"

La Palabra de Dios en la vida del sacerdote

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El 4 de octubre, el Cardenal Piacenza también dedicó una conferencia a los sacerdotes de la ANSH titulada "La Palabra de Dios en la vida del sacerdote" en la que meditó sobre la exhortación apostólica post-sinodal Verbum Domini.

En español, el Cardenal explicó la importancia del Concilio Vaticano II para la vida de la Iglesia Católica, que debe ser comprendido como un hecho vital que no genera ruptura. "Siempre es bueno recordar que la única auténtica hermenéutica del gran acontecimiento conciliar es la de la continuidad y de la reforma", indicó.

"No existen dos Iglesias católicas, una preconciliar y una postconciliar; ¡si así fuera, la segunda sería ilegítima!", precisó luego.

El Purpurado vaticano dijo luego que esta perspectiva es importante para entender la función de las Sagradas Escrituras en la vida de todo presbítero. La Palabra de Dios, dijo, "es una persona, no un libro. Es necesario reconocer que el Cristianismo mantiene, respecto a los escritos en los cuales se inspira, una relación única, que ninguna otra tradición religiosa puede tener".

Estas Escrituras, explicó también el Cardenal, no puede separarse de la Tradición: "Nunca es lícito separar la Escritura de la Tradición; como tampoco es lícito separarlas de la interpretación que de ellas ha dado y da el Magisterio de la Iglesia. Separaciones de este tipo conllevan siempre gravísimas consecuencias espirituales y pastorales".

"Una Escritura sin Tradición sería un libro histórico y la historia nos habla del pensamiento de los demás, mientras que la Teología quiere hablar de Dios", precisó.

El Cardenal indicó además que "el tríptico Escritura-Tradición-Magisterio, en realidad, desde el punto de vista estrictamente histórico, debería configurarse como: Tradición, entendida como lugar en el cual la Escritura nace, Escritura y Tradición vinculada a la Escritura; todo, autorizadamente interpretado por el Magisterio, es decir, por los legítimos Sucesores de los Apóstoles".

Todo esto, afirmó, evita "prudentemente algunas unilateralidades ilegítimas".

Para leer, conocer y adherirse a las Sagradas Escrituras, el sacerdote debe leerlas teniendo siempre en cuenta el aspecto neumático, es decir, de la participación esencial del Espíritu Santo.

"Si Cristo es la plenitud de la Revelación y toda la existencia de Cristo está en el Espíritu, entonces la misma Revelación es un evento neumático: la Tradición la anima el Espíritu, la Escritura la inspira el Espíritu y el Magisterio, en la tarea de interpretar autorizadamente Escritura y Tradición, la guía el Espíritu", dijo el Cardenal.

El Prefecto aseguró luego que con la lectura de las Escrituras en el Espíritu, "se debe evitar todo enfoque meramente positivista o limitado al historicismo, que no permita la comprensión del significado real del texto".

"Las Escrituras, si nos acercamos a ellas prescindiendo de su dimensión neumática, se quedan como mudas y, en lugar de hablar de Dios y hacer que escuchemos Su Voz, narran simplemente una historia".

Tras resaltar la importancia de la Liturgia de las horas en la vida del sacerdote, el Cardenal Piacenza explicó que los presbíteros "por el ministerio que se nos ha encomendado, no somos solamente, con todos nuestros hermanos, oyentes de la Palabra, sino también autorizados anunciadores e intérpretes de esta".

Por ello, dijo, "no podemos anunciar lo que no conocemos y no hemos hecho nuestro; por tanto, la posibilidad del anuncio está estructuralmente vinculada al conocimiento de las Escrituras y a la familiaridad e identificación con el pensamiento de Cristo".

En este proceso, explicó, no hay "mecanicismos" sino una vida profunda interior profunda que permita hacer vida a Cristo, su mensaje, que también sirven para transformar la cultura cotidiana.

"Nada, como el anuncio de la Palabra, genera cultura. Es decir, genera un modo nuevo de concebir la vida, las relaciones, la sociedad e incluso la política. Un modo que, cuanto más evangélico es, más se descubre profunda y sorprendentemente correspondiente al corazón humano", explicó el Cardenal Mauro Piacenza.

Hombres de la Eucaristía

El 3 de octubre, el Prefecto de la Congregación para el Clero presidió una Misa en la que participaron los sacerdotes pertenecientes a la ANSH al iniciar su convención anual, a quienes les recordó que el presbítero debe tener como centro de su vida a la Eucaristía.

El Purpurado explicó que "cualquier comprensión diferente del ministerio, aunque tienda a ilustrar aspectos relativos a éste, corre el riesgo de resultar una reducción substancial. El sacerdote es y debe ser principalmente el hombre de la Eucaristía, según el sentido amplio que tiene este gran Sacramento y, por lo tanto, ciertamente, no debe reducir el ministerio a una función cultual".

La identidad sacerdotal, dijo luego, nace también y principalmente del Bautismo. Por su ser presbítero, se le pide más que al laico "¡porque al sacerdote se le da mucho más! Y no se trata de volver a formas de clericalismo, que en el pasado hirieron la comunión eclesial, sino de ponerse a la escucha de modo sencillo, honrado y fiel de lo que Cristo mismo estableció para Su Iglesia: el modo concreto que Él ha elegido para permanecer a lo largo de los siglos como Presencia salvífica al lado de los hombres".

El sacerdote, como administrador de sacramentos como la Reconciliación, debe brillar siempre por su ejemplo, ya que "¡No puede haber nada, en el Sacerdote, que no haga referencia a la Redención!

Así, cada sacerdote debe llegar a ser "de modo cada vez más perfecto ‘imágenes vivas’ de Cristo Buen Pastor. Esto es lo que espera el pueblo Santo de Dios de nosotros, esto es lo que espera el Señor de nosotros: que le hagamos presente en el mundo, a Él y su salvación".

Sacerdotes santos

El 4 de octubre el Cardenal Piacenza dirigió también un discurso en italiano a los seminaristas de Los Ángeles, en el que explicó que lo más urgente en el mundo de hoy, es la santidad de cada fiel.

En su alocución el Cardenal explicó la primacía de Dios en la vida de las personas debe plasmarse en la vida de oración, de la intimidad divina, "primado de la vida espiritual y sacramental. ¡La Iglesia no necesita administradores sino hombres de Dios! (...) ¡La Iglesia necesita hombres creyentes y creíbles, de hombres que, acogida la llamada del Señor, sean Sus motivados testimonios en el mundo!"

"La Iglesia –prosiguió– necesita sacerdotes que, en las tempestades de la cultura dominante, cuando la ‘barca de no pocos hermanos es golpeada por las olas del relativismo’ sepan en efectiva comunión con Pedro, tener firme el timón de la propia existencia, de las comunidades confiadas a ellos y de los hermanos que piden luz y ayuda para su camino de fe".

El Cardenal se refirió luego a la importancia esencial de la formación intelectual, que debe estar orientada a "transmitir los contenidos ciertos de la fe, argumentándolos racionalmente" que debe ir acompañado del ejemplo de sacerdotes santos.

En esta formación resulta vital el conocimiento del Catecismo de la Iglesia Católica, uno de los grandes frutos del pontificado de Juan Pablo II, así como el Concilio Vaticano II, interpretándolo correctamente y no con "el llamado ‘espíritu’ del Concilio, que tanta desorientaciòn ha generado en la Iglesia, sino con lo que realmente el evento conciliar dijo, en sus textos a la Iglesia y al mundo".

Tras explicar nuevamente que no existe una "Iglesia preconciliar o postconciliar", el Cardenal exclamó que "¡la verdadera prioridad y la verdadera modernidad, queridos, es la santidad! ¡El único posible recurso para una auténtica y profunda reforma es la santidad y nosotros necesitamos reforma!"

"¡Para la santidad no hay un seminario, sino aquel de la gracia de Nuestro Señor y de la libertad que se abre humildemente a su acción plasmadora y renovadora!", concluyó.

Para leer los discursos completos puede ingresar a: http://www.aciprensa.com/Docum/documentos.php?id=26  

(Actualizado el 6 de octubre a las 12:41 p.m. GMT-5)

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