Un día como hoy la Virgen de la Nube se apareció en Ecuador

Virgen de la Nube
Virgen de la Nube | Créditos: Miguel Angel Chong - Wikimedia Commons CC BY 4.0 DEED

La advocación mariana de Nuestra Señora de la Nube tuvo su origen un día como hoy hace más de 325 años en Quito (Ecuador), y actualmente es venerada por millones de católicos en todo el mundo.

Esta imagen representa a la Madre de Dios en el cielo, rodeada por nubes, llevando en su brazo izquierdo al Niño Jesús y en la mano derecha un cetro de azucenas. Si bien se desconoce quién fue el autor del lienzo original, la historia de la devoción sí está registrada y se remonta al siglo XVII.

Según indica el sitio web de la Asociación Santo Tomás de Aquino, que promueve la devoción a la Virgen de Fátima en el Perú, la tradición señala que a fines de 1696 el entonces Obispo de Quito, Mons. Sancho de Andrade y Figueroa, estaba "seriamente enfermo".

Por eso, "como solía acontecer en graves circunstancias", se pidió traer a la Catedral de Quito la venerada imagen de Nuestra Señora de Guápulo, que se hallaba custodiada a "un par de leguas (cerca de diez kilómetros) de la ciudad".

En la tarde del 30 de diciembre la imagen mariana fue sacada en "procesión de rogativa", una práctica que consiste en rezar para suplicar a Dios que aparte calamidades o conceda gracias especiales, y fue seguida por unas 500 personas.

El anda de Nuestra Señora de Guápulo llegó "al final del pretil de San Francisco", cerca "de las 4:45 de la tarde", cuando los fieles terminaban de rezar la segunda decena del Santo Rosario. Luego, como era tradición, "se hizo la señal con la campanilla para que todos se arrodillasen para entonar el Gloria Patri" (Gloria al Padre o Gloria), y entonces ocurrió un prodigioso suceso.

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De pronto, en dirección al caserío de Guápulo, "se vio claramente en el cielo" una "figura formada por nubes" que era de gran tamaño. En ese momento, el P. José de Ulloa y la Cadena, capellán del Monasterio de la Limpia Concepción de Quito, exclamó: "¡La Virgen, la Virgen!", y muchos vieron sobre los aires, en el lugar señalado, la figura de la Madre de Dios "dibujada por las nubes".

Según señaló el escritor P. Fernando Jaramillo en su obra Novena a la Santísima Virgen de la Nube, "estaba la imagen de pie sobre otra nube más oscura y densa que le servía como pedestal o trono. Llevaba corona en las sienes y en la mano derecha un ramo de azucenas a manera de cetro".

"Con la izquierda estrechaba al Divino Niño Jesús, hacia quien tenía dulcemente inclinada la cabeza. Sobre los cabellos y espalda flotaba un airoso velo formado igualmente de una nube. Vestía una cándida túnica de sencillos y ondulantes pliegues, medio oculta por un manto de amplitud majestuosa y regia", agregó el sacerdote.

La aparición de María Santísima "duró lo suficiente como para que todos pudieran darse cuenta perfectamente de ella", precisa el sitio web. Cuando la procesión terminó, se levantó un acta que es declarada por la máxima autoridad local, el presidente de la Audiencia, y "otros testigos calificados", un proceso registrado hasta la actualidad en el Archivo Arzobispal de Quito, agrega.

Según escribió el P. Vargas Ugarte en su Historia del culto de María en Iberoamérica y de sus imágenes y santuarios más celebrados, no todos los presentes lograron ver la aparición, "quizá porque no acertaron a distinguirlo o porque no les fue concedido verlo". Por su parte, el P. Jaramillo apuntó que algunos observaron a los pies de la Virgen "otro bulto formado así mismo de nube, que semejaba a un sacerdote".

Tras el suceso, el entonces Obispo de Quito “recobró inopinadamente la salud", y no sólo autorizó el culto a Nuestra Señora de la Nube, "sino que mandó erigir un altar" en gratitud a la Madre de Dios y "para conmemorar" su aparición. El prelado, quien era muy devoto de la Virgen María y del Rosario, falleció seis años después, en mayo de 1702.

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La devoción a la Virgen de la Nube trascendió fronteras y llegó a Lima (Perú), donde la priora del Monasterio de las Madres Nazarenas, Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, incorporó un lienzo de esta advocación mariana en las andas del Señor de los Milagros. El propósito era rendir homenaje a la fundadora del Instituto Nazareno, la Sierva de Dios Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, que había nacido en Guayaquil (Ecuador).

La devoción al Señor de los Milagros se originó en el siglo XVII, cuando un fuerte terremoto sacudió Lima y todo se desplomó excepto el muro donde estaba pintada la imagen de Cristo Crucificado. Esta es una de las devociones más veneradas en el Perú y reúne cada octubre a cientos de miles de fieles que salen en procesión por las calles de la capital.

En 1746 ocurrió un fuerte terremoto y maremoto en Lima y Callao que destruyó todo a su paso. En el puerto sólo sobrevivieron 200 personas de una población de entre siete u ocho mil personas.

Tras el siniestro, la población sacó en procesión por cinco días al Señor de los Milagros, que por primera vez tenía al reverso la imagen de la Virgen de la Nube. Desde entonces la devoción mariana creció en el país.

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