Un momento importante de mi visita pastoral a Bangladesh es el encuentro interreligioso y ecuménico que tendrá lugar inmediatamente después de nuestra reunión. En vuestra nación la diversidad étnica se refleja en una variedad de tradiciones religiosas. El compromiso de la Iglesia de llevar adelante la comprensión interreligiosa a través de seminarios y programas educativos, así como por medio de contactos personales e invitaciones, contribuye a la difusión de la buena voluntad y la armonía. Trabajad tenazmente en construir puentes y en fomentar el diálogo, ya que estos esfuerzos no sólo facilitan la comunicación entre los diferentes grupos religiosos, sino que también despiertan las energías espirituales necesarias para la construcción de una nación unida, justa y en paz. Cuando los líderes religiosos se pronuncian con una sola voz contra la violencia, que pretende hacerse pasar por religión, y tratan de reemplazar la cultura del conflicto con la cultura del encuentro, acuden a las raíces espirituales más profundas de sus diversas tradiciones. También brindan un servicio inestimable al futuro de sus países y de nuestro mundo al educar a los jóvenes en el camino de la justicia: «Es necesario acompañar y ayudar a madurar a las nuevas generaciones para que, ante la lógica incendiaria del mal, respondan con el paciente crecimiento del bien» (Discurso en la Conferencia Internacional para la Paz, Al-Azhar, El Cairo, 28 abril 2017).
Queridos hermanos obispos, agradezco al Señor estos momentos de conversación y de intercambio fraterno. También me siento contento de que este Viaje Apostólico, que me ha traído a Bangladesh, me haya permitido ser testigo de la vitalidad y el fervor misionero de la Iglesia en esta nación. Ofrecemos al Señor las alegrías y las dificultades de vuestras comunidades locales, y juntos le pedimos una nueva efusión del Espíritu Santo, que nos dé «la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), a alta voz y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente» (Evangelii Gaudium, 259). Que los sacerdotes, religiosos, consagrados y consagradas, y los fieles confiados a vuestro cuidado pastoral, encuentren siempre una renovada energía en sus esfuerzos para ser «evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios» (ibíd.). Os imparto a todos, con gran afecto, mi Bendición Apostólica. Os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí.