Es un lavamiento de regeneración y de iluminación. Regeneración porque actúa ese nacimiento del agua y del Espíritu, sin el cual nadie puede entrar en el reino de los cielos (cf. Jn 03:05). Iluminación, porque, por el Bautismo, la persona humana viene llenada de la gracia de Cristo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1:09), y disipa las tinieblas del pecado.
Y por ello, en la ceremonia del Bautismo a los padres se les da una vela encendida, para indicar esta iluminación. El Bautismo nos ilumina desde dentro con la luz de Jesús. En virtud de este don, el bautizado está llamado a convertirse él mismo en "luz", la luz de la fe que ha recibido, luz para los hermanos, especialmente para aquellos que están en las tinieblas y no ven ningún destello de luz en el horizonte de sus vidas.
Podemos preguntarnos: ¿el Bautismo, para mí, es una cosa del pasado, de aquel día, de aquella fecha -que hoy ustedes buscarán cuál es-, o es una realidad viva, que se refiere a mi presente, en todo momento? ¿Te sientes fuerte, con la fuerza que te da Cristo, con su sangre, con su resurrección, tú te sientes fuerte o te sientes mal, sin fuerza? Pero el bautismo da fuerza ¿Con el Bautismo te sientes un poco iluminado? ¿Te sientes iluminada? Con aquella luz que viene de Cristo ¿Eres hombre o mujer de luz o eres hombre o mujer oscuro, sin la luz de Jesús? Piensen en eso. Tomar la gracia del Bautismo, que es un regalo y convertirse en luz, luz para todos.
3. Por último, una breve mención al tercer elemento: "Para el perdón de los pecados". Recuerden que el Credo: un Bautismo, creo en el bautismo para la remisión de los pecados. En el sacramento del Bautismo se perdonan todos los pecados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado.