Con demasiada facilidad despreciamos el dirigirnos a Dios en la necesidad como si fuera solo una oración interesada, y por ello imperfecta. Pero Dios conoce nuestra debilidad, sabe que nos recordamos de Él para pedir ayuda, y con la sonrisa indulgente de un padre, Dios responde afectuosamente.
Cuando Jonás, reconociendo sus propias responsabilidades, se hace arrojar al mar para salvar a sus compañeros de viaje, la tempestad se calma. La muerte inminente ha llevado a aquellos hombres paganos a la oración, ha hecho también que el profeta, no obstante todo, viviera su propia vocación al servicio de los demás aceptando sacrificarse por ellos, y ahora conduce a los sobrevivientes al reconocimiento del verdadero Señor y a la alabanza. Los marineros, que habían orado por miedo dirigiéndose a sus dioses, ahora, con sincero temor del Señor, reconocen al verdadero Dios y ofrecen sacrificios y elevan votos. La esperanza, que les había llevado a orar para no morir, se revela aún más potente y obra en una realidad que va más allá de cuanto ellos esperaban: no solo no perecen en la tempestad, sino se abren al reconocimiento del verdadero y único Señor del cielo y de la tierra.
Sucesivamente, también los habitantes de Nínive, ante la perspectiva de ser destruidos, oraran, impulsados por la esperanza en el perdón de Dios. Harán penitencia, invocaran al Señor y se convertirán a Él, empezando por el rey, que, como el capitán del barco, da voz a la esperanza diciendo: «Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta, […] de manera que no perezcamos» (Jon 3,9). También para ellos, como para la tripulación en la tormenta, haber enfrentado la muerte y haber salido vivos los ha llevado a la verdad. Así, bajo la misericordia divina, y todavía más a la luz del misterio pascual, la muerte puede convertirse, como ha sido para San Francisco de Asís, en "nuestra hermana muerte" y representar, para todo hombre y para cada uno de nosotros, la sorprendente ocasión para conocer la esperanza y encontrar al Señor. Que el Señor nos haga entender esto, la relación entre oración y esperanza. La oración te lleva adelante en la esperanza y cuando las cosas se vuelven oscuras, más oración. Y habrá más esperanza. Gracias.
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