El Apóstol Pablo, entonces, con estas palabras no quiere reprocharnos, sino mejor dicho animarnos y reavivar en nosotros la esperanza. De hecho, todos tenemos la experiencia de no vivir a plenitud o como deberíamos el mandamiento del amor. Pero también esta es una gracia, porque nos hace comprender que por nosotros mismos no somos capaces de amar verdaderamente: tenemos necesidad de que el Señor renueve continuamente este don en nuestro corazón, a través de la experiencia de su infinita misericordia. Y entonces sí que volveremos a apreciar las cosas pequeñas, las cosas sencillas, ordinarias; que volveremos a apreciar todas estas cosas pequeñas de todos los días y seremos capaces de amar a los demás como los ama Dios, queriendo su bien, es decir, que sean santos, amigos de Dios; y estaremos contentos por la posibilidad de hacernos cercanos a quien es pobre y humilde, como Jesús hace con cada uno de nosotros cuando nos alejamos de Él, de inclinarnos a los pies de los hermanos, como Él, Buen Samaritano, hace con cada uno de nosotros, con su compasión y su perdón.
Queridos hermanos, lo que el Apóstol Pablo nos ha recordado es el secreto para estar – uso sus palabras – es el secreto para estar "alegres en la esperanza" (Rom 12,12): alegres en la esperanza. La alegría de la esperanza, para que sepamos que en toda circunstancia, incluso en las más adversas, y también a través de nuestros fracasos, el amor de Dios no disminuye. Y entonces, con el corazón visitado y habitado por su gracia y por su fidelidad, vivamos en la gozosa esperanza de intercambiar con los hermanos, en lo poco que podamos, lo mucho que recibimos cada día de Él. Gracias.
También te puede interesar: