Somos miserables porque permitimos la miseria, clama Arzobispo de Buenos Aires

Somos miserables porque permitimos la miseria, clama Arzobispo de Buenos Aires
Mons. Mario Poli. Foto: ACI Prensa

El Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Mons. Mario Aurelio Poli, celebró una Misa frente a la estación de trenes de Constitución como forma de solidarizarse con las víctimas de la trata, el tráfico de personas y el trabajo esclavo y precarizado.

Ante decenas de víctimas y referentes políticos y sociales, el Prelado llamó a compadecerse del que sufre y expresó: "ellos no son los miserables. Los miserables somos nosotros, que permitimos la miseria".

La celebración se desarrolló con lecturas diferentes a la liturgia del día. La primera lectura fue tomada del libro del Génesis, del relato en el que Caín mata a su hermano Abel; el Evangelio elegido, a su vez, reflejó la parábola del buen samaritano.

El Prelado reflexionó sobre la creación y la inmensidad de dones que Dios previó para el hombre, pero advirtió, tomando como ejemplo la primera lectura, que la envidia pervirtió el corazón del hombre. En este sentido, expresó: "el corazón del hombre está bien hecho para el amor, y sin embargo anida la envidia. A cada uno nos dice Dios, como a Caín: ¿qué hiciste con tu hermano, por qué lo excluís, lo humillás, lo hacés trabajar indignamente?".

Luego de explicar la parábola del buen samaritano y el gesto de este hombre hacia el herido, Mons. Poli indicó que la convocatoria llamaba a compadecerse del prójimo sufriente. "Nosotros venimos aquí a compadecernos, que no es un sentimiento vano –aseguró-. Compadecernos es enternecer el corazón".

"Compadecernos es enternecer el corazón ante el dolor del hermano y la hermana –enseñó-; compadecernos es enternecer el corazón ante aquella o aquel que tiene que ejercer la prostitución, ante aquel que tiene que hacer un trabajo humillante porque está fuera del sistema y ante toda miseria humana".

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Enseguida, el Arzobispo subrayó que los más vulnerables no son los miserables, y llamó a todos los presentes a realizar una autocrítica: "nosotros somos miserables porque permitimos esta miseria. No somos prójimos".

Antes de concluir su prédica, el Arzobispo realizó un último pedido: "¡Hagamos lo que esté a nuestro alcance, no miremos a otro lado y no seamos infelices".

Luego, los representantes de cada cooperativa y movimiento social pasaron al frente a realizar una ofrenda simbólica: hubo quienes acercaron una cartera realizada en talleres recuperados de la clandestinidad, bolsones para juntar cartones, cadenas –simbolizando la opresión- y hasta un olivo, como gesto de paz.

Tras la Eucaristía y antes de la bendición, el Arzobispo se refirió al documento El drama de las drogas y el narcotráfico, que los obispos reunidos en asamblea plenaria difundieron recientemente. Convocó a todos los argentinos a rezar y elevar oraciones el próximo 7 de diciembre "para que Dios toque el corazón de todos aquellos que tienen en sus manos los recursos de la ley para detener este flagelo que destruye todo a su paso".

Junto con el Arzobispo concelebraron el vicario de la zona Centro, monseñor Vicente Bokalic Iglic CM, y una decena de sacerdotes que trabajan en las zonas más carenciadas de la ciudad. Entre los presbíteros se encontraba Gustavo Carrara, coordinador del Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia, Lorenzo "Toto" De Vedia y el padre José Juan Cervantes CS, de la Comisión Arquidiocesana de Migraciones.

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