Al celebrar ayer la Misa por la Fiesta de Todos los Santos en el Cementerio Monumental del Verano, el más grande y antiguo de Roma, el Papa Francisco señaló que esa fiesta "es un día de esperanza", pues "nuestros hermanos y hermanas están en la presencia de Dios. También nosotros, estaremos allí, por pura gracia del Señor, si nosotros caminamos en la vía de Jesús".

El Santo Padre indicó que lo que nos espera en el cielo es "el Señor Dios, la belleza, la bondad, la verdad, la ternura, el amor pleno".

"Y aquellos que nos han precedido, y han muerto en el Señor, están allá. Y proclaman que fueron salvados no por sus obras, hicieron obras buenas, pero fueron salvados por el Señor".

El Papa subrayó que "la salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono. Y Él es quien nos salva y es Él que nos lleva como un Papá, de la mano, al final de nuestra vida, justamente a aquél cielo, donde están nuestros antecesores".

Francisco también recordó que "solamente podemos entrar en el cielo gracias a la sangre del Cordero. Gracias al Sangre de Cristo, y justamente es la Sangre de Cristo que nos ha justificado, nos ha abierto la puerta del Cielo, y si hoy recordamos a estos nuestros hermanos y hermanas que nos han precedidos en la vida y que están en el cielo, es porque fueron lavados en la Sangre de Cristo".

"Y esta es nuestra esperanza, la esperanza de la sangre de Cristo. Y esta esperanza no desilusiona. Si andamos por la vida con el Señor, Él no desilusiona nunca".

"Juan decía a sus discípulos 'vean cuánto amor nos ha tenido el Padre para ser llamados hijos de Dios'. Lo somos, por eso el mundo no nos conoce. Somos hijos de Dios. Pero eso que seremos no fue todavía revelado, ¡de más! Cuando Él será manifestado, nosotros seremos similares a Él porque lo veremos como Él es. Ver a Dios, ser similares a Dios, y ésta es nuestra esperanza".

El Papa señaló que "en el día de los santos, antes del día de los muertos, es necesario pensar un poco en la esperanza. Esta esperanza que nos acompaña en la vida".

"Los primeros cristianos diseñaban la esperanza con un ancla, como si la vida fuera el ancla, allá arriba, y todos nosotros yendo, teniendo la cuerda. Una bella imagen, esta esperanza".

El Santo Padre pidió a los fieles "tener el corazón anclado allá, donde están los nuestros, donde están nuestros antepasados, donde están los santos, donde está Jesús, donde está Dios. Ésta es la esperanza, ésta es la esperanza que no desilusiona, y hoy y mañana son días de esperanza".

"La esperanza es como la levadura que te hace crecer el alma. Hay momentos difíciles en la vida, pero con la esperanza, el alma va adelante, va adelante… ¡Mira aquello que nos espera!".

En el "pre-atardecer" del 1 de noviembre, el Papa dijo que "cada uno de nosotros, puede pensar en el atardecer de su vida. ¿Cómo será mi atardecer? El mío, el tuyo, el tuyo, el tuyo, el tuyo…¡todos tendremos un atardecer, todos! ¿Lo miro con esperanza, lo miro con aquella alegría de ser recibido por el Señor? Esto es lo cristiano y esto nos da paz".

Francisco señaló que el 1 de noviembre "es un día de alegría, pero de una alegría serena, de una alegría tranquila, de la alegría de la paz. Pensemos en el atardecer de tantos hermanos y hermanas que nos han precedido, pensemos en nuestro atardecer cuando vendrá, y pensemos en nuestro corazón y preguntémonos".

"¿Dónde está anclado mi corazón? Si no está bien anclado, anclémoslo allá, en aquella, arriba, sabiendo que la esperanza no desilusiona, porque el Señor Jesús no desilusiona", concluyó.