Por ello, pidió a los cristianos que sean coherentes con su fe, porque "un cristianismo autorreferencial se arriesga a hacerle el juego a quien quiere negar y manipular la interpretación de la realidad, generando dinámicas que terminarán por devorar al mismo cristianismo".
"El drama de los refugiados y de los migrantes en el Mediterráneo es una vergüenza para Europa. Pero hoy el sentido de bienestar parece que ha desaparecido y parece que ha dejado lugar a múltiples miedos, que alguno cabalga refiriéndose a una identidad europea cristiana, pero con aspiraciones políticas que se revelan en neta contraposición con una perspectiva fundada en el Evangelio".
Criticó que "los populistas recogen y amplifican este malestar, pero están privados de una visión, no dicen qué proyecto político persiguen, qué futuro quieren construir. Venden ilusiones y juegan con los miedos. Hoy, en Europa, las migraciones parecen disturbar el orden interno de los países. Pero los inmigrantes, que en los tiempos del milagro económico eran bien aceptados porque su presencia y su trabajo garantizaban el bienestar, ahora se han convertido en extranjeros".
"Y si además son culturalmente diferentes, también en lo religioso, entonces se les presenta como una amenaza. Es así que, desorientados y asustados, dejamos explotar las emociones negativas: el otro no es considerado como una oportunidad de encuentro, sino como una amenaza a nuestra identidad".