Santa Sede: Medidas antiterroristas no deben atentar contra los derechos humanos

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Durante el VI Comité de la Asamblea General de la ONU que discute las medidas para eliminar el terrorismo internacional, la Santa Sede señaló ayer la necesidad de instituir un “Tratado General sobre el terrorismo internacionalmente vinculante” en el que se afirme ante todo que “las medidas antiterroristas  y la protección de los derechos humanos no son objetivos contrastantes”.

Así lo expresó el Observador permanente de la Santa Sede ante este organismo internacional, Mons. Celestino Migliore, quien puso de relieve que actualmente el terrorismo es una "red sofisticada de colusión política, económica y técnica que atraviesa las fronteras nacionales y abraza al mundo entero". Por ello, es necesario instituir un "Tratado General sobre el terrorismo internacionalmente vinculante".

El Tratado debería afirmar ante todo, señaló el Nuncio, que "las medidas antiterroristas  y la protección de los derechos humanos no son objetivos contrastantes". Dado que el terrorismo es absolutamente inaceptable porque "utiliza a las personas inocentes como medio para alcanzar sus fines, la estrategia antiterrorista no debe sacrificar los derechos humanos en nombre de la seguridad. Mas bien, debería evitar poner en práctica medidas que atenten a los valores que quiere proteger".

Al respecto, el Arzobispo indicó que “nunca se debe dar pábulo a que los terroristas invoquen esta carencia por parte de los estados para justificar sus acciones. Por otra parte, ni siquiera el desprecio de los terroristas por la vida y la dignidad humanas justifica que se les niegue un trato conforme con el derecho humanitario internacional".

Para Mons. Migliore, el Tratado General sobre el terrorismo debería aclarar que “ninguna causa, por muy justa que sea, puede legitimar la matanza deliberada de la población civil. Incluso el derecho legítimo de resistir a  la autoridad injusta y el derecho a la autodeterminación y la liberación nacional, no pueden amenazar el tejido social y el orden público”.

“El terrorismo –subrayó– es una manifestación cultural de percepción distorsionada de la realidad, de complejos xenófobos, de desprecio hacia el otro, de abuso cínico de la religión, al que se debe responder con herramientas culturales” y de esta respuesta forma parte "un decidido compromiso político para acabar con las situaciones de opresión y marginación que facilitan los proyectos de los terroristas"

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Finalmente, señaló que “las religiones y el diálogo interreligioso tienen un papel fundamental a la hora de afirmar que las incitaciones de los terroristas al odio y la violencia son contrarias a la verdadera religión”.

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