En su homilía de la Misa que presidió esta mañana en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Papa Benedicto XVI resaltó la necesidad de que los sacerdotes y los obispos se dediquen a la tarea fundamental de la salvación de las almas, teniendo en cuenta que para ello es necesario, ante todo, “gustar y ver” al Señor.
En sus palabras, el Santo Padre se refirió al mensaje de San Pedro en su primera carta, en donde explica que Cristo es el “custodio” o “vigilante” de las almas. “Ciertamente no se entiende una vigilancia externa, como se puede decir tal vez de un guardia carcelario. Se entiende más bien como un ver desde la altura, un ver a partir de la elevación de Dios. Un ver en la perspectiva de Dios es un ver del amor que quiere servir al otro, que quiere ayudarlo a ser verdaderamente él mismo. Cristo es el ‘obispo de las almas’, nos dice Pedro. Esto significa: Él nos ve en la perspectiva de Dios”, dijo.
“Si Cristo –continuó– es el obispo de las almas, el objetivo es aquél de evitar que el alma en el hombre se empobrezca, es hacer que el hombre no pierda su esencia, la capacidad para la verdad y el amor. Hacer que él venga a conocer a Dios; que no se pierda en callejones sin salida; que no se pierda en el aislamiento, sino que permanezca abierto para el conjunto”.