Tras China y Filipinas, en 1961 fue enviado a Timor Leste, que entonces era portugués, como rector del Seminario de Nossa Senhora de Fátima, en la ciudad de Dili.
"Ni siquiera era capaz de localizar ese país en un mapa. Y mis ojos volvieron a humedecerse al tener que despedirme de mis alumnos filipinos. Pero volví a enamorarme otra vez de Timor y sus habitantes", explicó.
Allí pasó ocho años hasta que fue enviado a la isla de Taiwán. Allí asumió la cátedra de Deontología en la universidad y un curso de lengua latina en las facultades de Derecho y de Lingüística. "En Taiwán, mi apostolado no solo fue la enseñanza sino también el cuidado de la salud, que sigo ejerciendo en mis visitas a los misioneros enfermos y a católicos y no católicos en los hospitales", explicó.
Además animó a responder a la vocación porque "después de 70 años de misionero en cuatro países diferentes, mi consejo a quien tenga vocación misionera y esté dispuesto a irse a la misión es que 'ame al nuevo país y sus habitantes hasta que duela'. En mi vida he pasado por 5 naciones, 4 en el hemisferio norte y una en el hemisferio sur, y siempre me he sentido en casa".