El Papa Juan Pablo II dio a los investigadores la clave para que sus experimentos respeten la vida: hay que conjugar el rigor científico con la ética cristiana. Éste es uno de los puntos más elocuentes del mensaje que dirigió a los participantes de la 10º Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida.
En el texto, leído ayer Mons. Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia, a los asistentes, el Papa denuncia que “los progresos de las ciencias biomédicas, mientras hacen entrever perspectivas prometedoras para el bien de la humanidad y la cura de enfermedades graves y dolorosas, a menudo presentan serios problemas en relación con el respeto de la vida humana y de la dignidad de la persona”.
“Es necesario sensibilizar cada vez más a los investigadores, especialmente a los que trabajan en el ámbito biomédico, sobre el enriquecimiento beneficioso que puede derivar de conjugar el rigor científico con las exigencias de la antropología y de la ética cristianas”, señala el Pontífice.